Teodoro León Gross

Otra ronda para Juanma Moreno

Diez negritas
Diez negritas

02 de enero 2021 - 06:00

A la espera del asalto definitivo en las urnas, al que ya se verá cómo llega cada cual, la tregua de la Navidad deja un balance desigual en el tablero político. La clave era saber interpretar el escenario. A pesar del clima de frustración por esta ola masiva de contagios que ha vuelto a poner patas arriba las fiestas, la presión sanitaria está lejos de lo sucedido un año atrás. El Gobierno andaluz ha optado por evitar las restricciones, apelando a la responsabilidad individual. Lejos del discurso sobreactuado de Ayuso, que presume un tanto petulantemente de haber inspirado el modelo hoy vigente en el planeta obviando el detalle de la presión sanitaria, se ha impuesto la idea de conciliar economía y pandemia. Lo ha hecho la mayoría de presidentes autonómicos y también Pedro Sánchez. Ómicron no parece poner en jaque el sistema hospitalario, a pesar del volumen imponente de contagios, aunque sí estresa la atención primaria. En ese escenario, las estrategias políticas se han redefinido. No siempre bien.

El presidente andaluz ha hecho un discurso de fin de año, o de año nuevo, cuyo aspecto más significativo ha sido su localización: una taberna de Granada, y además una taberna centenaria por la que pasaron Lorca o Manuel de Falla. Tal vez no sea mucho decir sobre un discurso, pero ¿quién recuerda ningún discurso de Navidad de un presidente o incluso del Rey? En definitiva, Juanma Moreno hizo un guiño a la hostelería, donde no hay tiburones del IBEX sino pequeños negocios familiares en su mayoría, regentados por gente modesta que trabaja muy duro; y lo hizo con una oda a esos establecimientos como espacio de cordialidad en la vida cotidiana. Elías Bendodo, desde Twitter, añadía: “La política son hechos, y, sobre todo, resultados. Pero los gestos de afecto también cuentan, y son importantes”.

El mensaje era, es, apostar a que la vida siga, con centro educativos y espacios culturales abiertos, y recuperar el turismo. También hubo un elogio previsible a la actitud de la ciudadanía andaluza, cuyo porcentaje de vacunación está entre los mejores del mundo –más de quince millones de vacunas en un año en Andalucía no es un dato más a beneficio de inventario– y sobre todo a los profesionales de la sanidad. Es el frente más delicado para el Gobierno. Moreno optó por ponderar la resistencia del sistema y lo hecho por su Gobierno para reforzarlo desde 2018. Estos discursos se prestan poco a la autocrítica. Por el contrario, hubo frases de confianza y de esperanza para salir de ésta “entre todos” y disfrutar de nuevo de la vida, de los abrazos.... con la dosis al uso de almíbar. En fin, estos discursos siempre son de circunstancias, pero seguramente su éxito de audiencia resulta expresivo de la incertidumbre, ya que ha tenido más rating y audiencia acumulada incluso que el discurso del morbo de Susana Díaz en 2018 cuando ésta ya sabía que había perdido el poder.

Todo político es, en alguna medida, un actor, pero sólo funciona si se interpreta a sí mismo. Seguramente el perfil moderado y amable de Moreno se prestaba a este discurso, como a sus apelaciones contra el odio y la intolerancia. Eso sí, en el plano de la actuación, el gesto final de tomar una caña y girarse hacia una pareja en el establecimiento resultó poco natural, con movimientos más cercanos a un click de Playmobil que al Método Stanislavski.

El mensaje contra el odio se entendió en clave Vox. Precisamente Macarena Olona cargó contra Moreno, al que una ciudadana interpelaba en la calle por las medidas restrictivas: “Un político que responde al pueblo con soberbia y desprecio es un político que ha olvidado que está para servir al pueblo”. Vox sigue apostando por la brocha gorda, como sucedía con Podemos en 2015, cuando aún tenían pólvora de escraches y descaro antisistema. A Vox, como a ellos entonces, de momento les funciona ese estilo provocador. Al menos a tenor de los sondeos. Olona, eso sí, ha dado testimonio de vacunarse, como Manuel Gavira, con lo que parecen alejarse del negacionismo y centrarse en la batalla del pasaporte Covid, más cerca del “socialismo o libertad” ayusista: “Daremos lo mejor de nosotros mismos para seguir defendiendo los derechos y libertades de los españoles”.

Claro que Macarena Olona cumple con lo que se espera de ella, y lo que desean seguramente sus fieles. En el caso del PSOE, algunas reacciones al discurso del presidente andaluz resultan chuscas. El ex portavoz Miguel Ángel Vázquez, que ha cedido su escaño del Senado a Espadas para reincorporarse como empleado del partido, decía que “parece que Juanma Moreno quiere quitarle el puesto a Carlos Sobera en First Dates”; la alcaldesa de Benaoján, muy viralizada, acusaba a Moreno de estar “de cañas en plan populista” en lugar de ayudar a la gente. A esta alcaldesa la retuiteó otro senador que interpelaba a Moreno: “sal de la Taberna...”. ¿De verdad creen que presentar al presidente andaluz en ese código tabernario es su mejor opción? Actuar como políticos de No mires arriba no parece una gran idea. Juan Espadas supo mantenerse al margen del troleo sin renunciar a una crítica sin fisuras contra el “Gobierno del Cambio A Peor”. Quizá él percibe ya mejor la necesidad en el PSOE de retomar el control.

Toni Valero por Unidas Podemos, criticó a Moreno enfatizando que no había dedicado “ni una sola palabra para quienes sufren la precariedad y el desempleo” concluyendo sobre el discurso que era “cinismo y propaganda de un Gobierno andaluz instalado en su burbuja de autocomplacencia”. Lo incómodo para Valero era que la complacencia al uso de Moreno estaba muy lejos de la desahogada complacencia de Pedro Sánchez al proclamar en su balance de 2021 que “la pandemia no ha sido un freno sino un acelerador de reformas y avances sociales, y de un proceso modernizador”. Ahí es nada. ¿Complacencia?

A Unidas Podemos, como es verosímil que suceda en el futuro con Vox, estar en el Gobierno les ha mojado la pólvora y se ven ejerciendo de comerciales del Gobierno central. Ahí queda el mal trago esta semana de salir a defender el acuerdo de la reforma laboral, muy lejos del compromiso de derogar la reforma de 2012: no se toca el coste del despido, la flexibilidad, los eres sin autorización administrativa, las posibilidades de descolgarse del convenio colectivo... Casi todo sigue como en 2012. Han optado por resignarse al mensaje personalista de Yolanda Díaz, con la consigna de proclamar que la decepción es magnífica.

Juan Marín, por cierto, se aleja de los maximalismos y sigue tratando de poner en valor la gestión para remontar en el desolador horizonte demoscópico: su mensaje de fin de año ha sido la bajada de impuestos. Marín hace el discurso que corresponde a un partido liberal centrado, menos ideológico y más racional, pero de momento no logra revertir la tendencia. Claro que también pone el foco en otras polémicas más tralleras como el reparto de fondos turísticos del Gobierno PSOE-UP, sosteniendo que perjudica a Andalucía: “Es una vergüenza que Pedro Sánchez esté utilizando el dinero de los españoles para hacer campaña repartiendo subvenciones a dedo en ciudades gobernadas por su partido”, para añadir “y mientras, el PSOE andaluz calla y obedece”.

Y así va empezando 2022, año electoral para Andalucía. Otra ronda.

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