Crónica Personal

La variante Delta nos amarga el verano

Negro presente. Al sector turístico nacional no le llega la camisa al vuelo después de las recomendaciones o los vetos de otros países de no venir a España por la proliferación de esta cepa

Un hombre vende sombreros para aliviar el calor a turistas en Valencia.

Un hombre vende sombreros para aliviar el calor a turistas en Valencia. / Biel Aliño / Efe

Al sector del turismo no le llega la camisa al cuerpo. La variante Delta se ha convertido en una pesadilla y, aunque los afectados no sufren la pandemia con la gravedad de otras cepas que provocado miles de muertes, y la mayoría de los contagiados ni siquiera se ven obligados a pisar el hospital, la reiteración de que sufrimos una quinta ola, la subida de la incidencia –se ha triplicado en los últimos días– y las imágenes que se repiten en todo el mundo, se han convertido en elementos disuasorios para quienes pretendían pasar sus vacaciones en España.

A eso se suma el (mal) comportamiento de un sector de estudiantes faltos de madurez y sobrados de irresponsabilidad, que ante el final de curso y la llegada de una etapa nueva de sus vidas han actuado como caballos desbocados tras meses de encierro. Lo ocurrido en Mallorca hace tres semanas, con jóvenes que celebraron el fin del bachillerato dejando de lado las precauciones que les habían tenido atados durante año y medio, provocó un brote que levantó una polémica social que se prolongó durante días. Con imágenes y vídeos que, nuevamente, fueron utilizados para poner en acento en la peligrosidad de España como país turístico.

A nadie se le escapa que algunas de las campañas más inquietantes sobre los riesgos de viajar a nuestro país estaban perfectamente orquestadas por touroperadores que dieron prioridad en sus reservas a otros países. Pero aun sabiendo que hay intereses espurios en algunas informaciones, como los ha habido cuando se iniciaron los procesos de vacunación y se pusieron en duda determinadas vacunas, esas informaciones sobre la lucha contra el coronavirus y la eficacia de la metodología de diferentes países para bloquear la pandemia han incidido directamente en el prestigio de esos países... y en su economía.

Todas las esperanzas de recuperación del sector turístico español estaban puestas en las cifras del Covid al inicio del verano. Se esperaba una mejora sustancial respecto a 2020, con la pandemia saliendo de su etapa más oscura, más mortal, pero sin que se cumplieran los pronósticos de que el calor de los meses estivales iba a debilitar el virus de forma drástica.

El enemigo

Antes del otoño ya se advirtió que una nueva ola era inminente. Este año la situación ha mejorado de forma muy sensible, pero la variante Delta ha hecho su aparición en el peor momento. No es tan agresiva como cepas anteriores, pero las cifras de afectados han tenido una lectura psicológicamente muy grave, con la aparición del miedo a asumir riesgos innecesarios. Sólo la vacunación –que en España se ha realizado de forma eficaz– se ha mostrado realmente eficaz contra la pandemia, y de hecho el Gobierno, de acuerdo con los líderes autonómicos, ha tomado medidas para adelantar el turno de edad de los jóvenes y se ha permitido la autocita para mayores de 30 que aún no han sido llamados; se quiere evitar una cadena de retraso indeseables por parte de aquellos que son citados, o pueden ser citados, cuando se encuentren de vacaciones lejos de los centros de salud que les corresponden.

Los responsables del sector turístico, tanto portavoces de la hostelería y restauración como del ocio, siguen esperanzados en mejorar las cifras de visitantes que les permitan superar el bache de la temporada anterior, que para algunas empresas ha sido definitivo, de cierre. Hasta ahora no ha habido cancelaciones apreciables de las reservas aunque las de extranjeros está muy por debajo de la media, mientras ha crecido el turismo nacional, que en esta ocasión ha preferido no salir del país. Preocupa, sin embargo, el comportamiento de algunos jóvenes que han decidido que tienen derecho a pasarlo bien tras año y medio de estudios y trabajos on line, falta de comunicación con los amigos, toques de queda y mascarillas.

El Gobierno ha dado bandazos que no han ayudado a la mejoría de la situación, y que de nuevo ha hecho entrar en escena el factor psicológico: el anuncio de que se permitía prescindir de la mascarilla en el exterior provocó no solo que fueron multitud los adolescentes que prescindieron de ella, incluso en espacios interiores, sino que ya consideraron normal acudir a eventos multitudinarios sin someterse a medidas de prevención. Ésa fue la causa del brote mallorquín que tanto daño ha hecho al turismo: no había telediario español o extranjero en el que no se emitieran imágenes de los confinados. El Ejecutivo pidió prudencia, y varias comunidades recuperaron medidas que habían levantado. Han anunciado incluso la prohibición del ocio nocturno, principalmente discotecas, y avisan de que se podría retomar el toque de queda. El problema se repite: algunos vetos sólo son posibles legalmente con el estado de alarma, el debate que se vive desde el principio de la pandemia y que ha provocado tantas fricciones entre los gobiernos regionales y el Ejecutivo central.

Estamos perdidos

En el caso de las decisiones últimas del Ministerio de Sanidad relacionadas con las mascarillas, se ha hecho público un dato que ha soliviantado a quienes desde el primer momento alertaron de la peligrosidad de esa decisión cuando todavía no se daban las circunstancias adecuadas: el día antes de que el Consejo de Ministros aprobara que se podía prescindir de la mascarilla en el exterior, el organismo europeo que se ocupa de controlar las medidas sanitarias adecuadas para garantizar la salud alertaba a los gobiernos para que no levantaran la mano, ya que la variante Delta se estaba propagando con una rapidez insospechada.Hay buenas noticias para el sector, han abierto muchos de los negocios que se mantenían cerrados desde el verano pasado y se espera una llegada importante de turistas; pero hay otras que no son tan buenas o son inquietantes, porque no hay que olvidar que el turismo da trabajo a tres millones de españoles de forma directa, a los que hay que sumar varios millones más que trabajan en empresas vinculadas a un sector que supone el 12% del PIB. España es el país europeo con mayor dependencia del turismo.

Nosotros y Portugal somos los dos países europeos más golpeados por la variante Delta. Alemania ha recomendado no viajar a Portugal y el viernes declaró a España, incluidas las islas Baleares y Canarias, zonas de riesgo "simple" por el Covid-19, en el marco de un incremento en la tasa de incidencia en el territorio nacional. Bélgica y Francia fueron los primeros en hacer esa recomendación, mientras que el Reino Unido anunció que a los ciudadanos que viajen a España y ya estén vacunados no se les exigirá cuarentena a su regreso, como sucedía hasta ahora.

Los que más preocupa a los hoteleros es qué dicen los medios sobre las medidas de Merkel y Boris Johnson respecto a las vacaciones en España: británicos y alemanes son los turistas que más importan en nuestro país. Sin ellos, no salen las cuentas.

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