¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
En Andalucía nos sobran ripios y nos faltan chimeneas. Gozamos de estabilidad política e institucional, un valor que sólo echaremos en falta cuando se pierda. Como la salud. Y en una Europa frágil, con el radicalismo al alza y sin líderes consolidados, no es poca cosa disfrutar de un razonable equilibrio. Nos sobran vídeos promocionales y necesitamos más médicos y mejores conexiones ferroviarias. Tenemos una meritoria forma de concebir la existencia que nos amortigua el sufrimiento. Tal vez sean la luz, los kilómetros de costa, el color del cielo o el valor terapéutico de las fiestas. No hay tantas banderas como en el 77. Casi no se ve ninguna, pero eso quizás sea síntoma de que sentimos que las obligaciones están cumplidas y los retos se han logrado. Seamos positivos. No vemos amenazada la autonomía, no peligra el estado del bienestar, no nos sentimos inferiores, no gastamos energías en agravios comparativos, no perdemos un minuto en política de baja estofa, no invertimos un segundo en separar, dividir, fraccionar o provocar. El fervor no puede ser permanente. Hoy no llenaríamos calles y avenidas con banderas blancas y verdes, acaso lo haríamos por motivos de fútbol.
No somos exigentes como sociedad civil porque aprovechamos las horas de sol. Nos sobra indolencia, autocomplacencia y conformismo. Nos faltan exigencia, un punto de vehemencia y una cuota de beligerancia para reclamar infraestructuras. Pero parecemos felices. Y tal vez lo seamos por la vía de cierta resignación combinada con el buen humor en sus dos variantes: la gracia y la guasa. Es probable que tengamos capacidad para hacernos con todas las plantaciones de uvas, pero interpretamos aposta el papel de la zorra que se desentiende de ellas. ¿Acaso no es Andalucía una tierra de fábula? Necesitamos más emprendedores, pero so queremos turistas que consuman mucho, paguen en el acto y se marchen felices a exaltar la comodidad de nuestra tumbonas. El dinero fácil de la industria del turismo nos enriquece y nos acomoda. Es nuestra salvación y nuestra trampa. En materia de convergencia vamos poco a poco, muy poquito a poco, pero vivimos, no nos enfadamos con el resto de España, no echamos la patas por lo alto, no pegamos codazos ni metemos el pie. Nos aceptamos como somos, quien nos quiera cambiar que asuma el reto. Tampoco nos negamos. Siempre hemos sido receptivos y de puertas más que abiertas. La vida son dos días pero en Andalucía pueden parecer cuatro. El que pueda, que empate. Y nadie cuenta si las uvas al final se pudrieron sin que otra zorra diera con ellas.
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