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Tomás García Rodríguez

Álamos blancos en la Alameda de Hércules

El álamo blanco es una planta naturalizada en la región mediterránea occidental

El Guadalquivir discurría hasta el siglo XI por los terrenos de la actual Alameda de Hércules, cruzando el casco histórico de Sevilla, persistiendo en el lugar aguas cenagosas tras su desvío natural hacia el nuevo cauce. La llamada Laguna de la Heria sería desecada en 1574 por el asistente Francisco de Zapata, Conde Barajas, transformándola en uno de los paseos ajardinados más hermosos de la época. Sus alineaciones de álamos blancos -Populus alba- serían vigiladas por los legendarios fundadores de la urbe, Hércules y Julio César, instalados sobre columnas procedentes de un templo situado en el entorno del antiguo foro romano; en 1764, se repuebla con unos mil seiscientos álamos que reforzarían su carácter popular con los nuevos aires ilustrados. Como consecuencia, el antiguo jardín de la Laguna culmina en un hermoso bulevar considerado como el principal paseo arbolado europeo junto al de El Prado madrileño, llegando a poseer seis fuentes y varios estanques.

El álamo blanco es una planta naturalizada en la región mediterránea occidental desde épocas pretéritas y forma parte de bandas escalonadas -junto a sauces, fresnos y olmos- en los márgenes de los bosques de ribera, según sus requerimientos acuíferos. Presente con su tronco plateado en los paseos románticos decimonónicos trazados a orillas del río, luce un blanco tormentoso en el envés de las hojas, ofreciendo reflejos irisados cuando el volátil follaje otoñal es mecido por los ábregos vientos.

"De los álamos vengo, madre./ De ver cómo los menea el aire./ De los álamos de Sevilla,/ de ver a mi linda amiga./ De ver cómo los menea el aire./ De los álamos vengo, madre./ De ver cómo los menea el aire..." (Canción popular; música de Juan Vásquez, siglo XVI).

Unos doscientos cincuenta almeces constituyen hoy en día la principal masa arbórea de la Alameda, donde sólo se mantienen en pie unos treinta álamos blancos junto a vetustos olmos, plátanos de sombra, jacarandas, bauhinias, acacias de tres espinas o jóvenes fresnos con graves síntomas de decaimiento. La sustitución de álamos blancos y olmos por almeces supone una sustancial regresión estética, acorde con la última urbanización de la plaza, que convierte en irrelevante el hecho de sentarse en sus degradados bancos, pasear sobre un pavimento artificial que simula el añorado albero desterrado o ser iluminado por languidecientes farolas que invaden un desangelado camino central, árido en verano y áspero en invierno. Poco permanece del halo romántico que desprendiera un paraje variopinto admirado y visitado por naturalistas, historiadores, cantantes o toreros...

"Llora, Giraldilla mora,/ lágrimas en tu pañuelo./ Mira como sube al cielo/ la gracia toreadora. /.../ Virgen de la Macarena,/ mírame tú, cómo vengo,/ tan sin sangre que ya tengo/ blanca mi color morena. /.../ Que pueda, Virgen, que pueda/ volver con sangre a Sevilla/ y, al frente de mi cuadrilla,/ lucirme por la Alameda" (Joselito en su Gloria, Rafael Alberti).

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