La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Sine die
Si alguien dudaba de la existencia de las dos Españas, en apenas unos meses ha tenido la oportunidad de comprobarlo. Afortunadamente, contradiciendo a don Antonio, el hermano de Manuel, ya no se nos hiela el corazón. El españolito que viene al mundo en la actualidad parece que nace curado de espanto y no es tan fiero como en tiempos machadianos. La raza ha ido perdiendo bravura, tal vez por los frecuentes cruces genéticos, lo que supone una feliz noticia. La llamada Fiesta Nacional, como es bien sabido, no pasa por su mejor momento y en gran parte se debe a la blandura del ganado.
El ciudadano Albert, de apellido muy taurino por cierto, resultaba un tanto apático y el final se veía venir. Apuntaba maneras, pero como esos toros flojos de remos que se caen al poco de salir, apenas dio los primeros capotazos renunció a la pelea y se tiró al callejón. Decidió retirarse y arrimarse a otros pitones menos peligrosos, al menos en apariencia. Lo suyo, más que afición, ha sido un auténtico postureo. El otro espada, Pablo, no tan artista como Aguado, lo dejó de forma inesperada al primer revolcón. Nunca fue artista, sino lo que antes se decía un tremendista. Se arrimaba, encandilaba a las masas y se salía de la ortodoxia, pero al ejecutar la suerte suprema, que según dicen los entendidos es dónde están los billetes, pinchó en hueso y le devolvieron el toro al corral. Esa misma tarde, decidió retirarse y se cortó la coleta.
Como corresponde a una mentalidad típicamente hispana, pienso en sus madres, en lo felices que estarán de saber que sus hijos se han retirado y que, a partir de ahora, gozarán de la vida y la familia, sin tener que aguantar abucheos ni que nadie les arroje almohadillas. No han dado siquiera una vuelta al ruedo, pero mirándolo bien han salido por la puerta grande, cosa preferible a salir algún día por la de la enfermería. Uno se dedicará a poner en práctica sus estudios universitarios y a ganar dinero pleiteando y asesorando. El otro disfrutando de la paz y las comodidades de un inmenso hogar, con un servicio que le hace la limpieza y cuida de la prole y varios miles de euros de por vida para que su paso por este mundo nunca le parezca un valle de lágrimas. Carrera corta, sin duda, pero productiva. Al final ha pesado en ambos algo tan español que tantas veces le habrán repetido sus madres en casa: Niño no te metas en nada, tú a lo tuyo.
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