La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La alegría de Fito
EN mi vida he visto más políticos que en Los Desayunos de La 1. En la época de Pepa Bueno también mandaba la actualidad pública, pero quizá se entendía como una gran mixtura más diversa que la mera pugna partidaria. Entonces acudían protagonistas de otras latitudes profesionales -recuerdo, por ejemplo, una entrevista muy estimulante a José Manuel Caballero Bonald, a propósito de su libro de poemas Manual de infractores-, proyectándose así una verdad social mucho más amplia que la parlamentaria. Durante la dirección de Ana Pastor, con pocas excepciones, el programa matutino se ha decantado por una versión mayoritariamente política, lo que incluso algunos de los más fieles al programa han llegado a criticar: porque la pura vida es otra cosa, y gusta empezar el día también con un pintor, un cirujano o un director de cine, si se tercia, alternados con los ineludibles personajes políticos.
Sin embargo, hay varias verdades objetivas que le son innegables a esta periodista, de un vértigo verbal no exento de sentido del humor con fina incisión crítica, y una de ellas es la pluralidad de los personajes políticos que acuden al programa. El lío que ha montado María Dolores de Cospedal, acusando a la dirección de TVE de falta de imparcialidad en el tratamiento de las informaciones políticas, no podía haberse desatado en un entorno menos apropiado: le contestó la propia Ana Pastor, argumentándole que la prueba de que esa imparcialidad demandada sí existe en la TVE de hoy es que estaba invitada para hablar libremente. No siempre ha sido así, y esto es algo que no parece recordar María Dolores de Cospedal; de hecho, estoy seguro de que si se hiciera una encuesta secreta entre la multitud de invitados del PP en Los Desayunos, al margen de obediencias militantes, la mayoría estaría de acuerdo en que siempre se ha sentido entrevistada con objetividad profesional. Tuve la suerte -suelo tenerla casi todos los días- de ver en directo el programa en cuestión, y Ana Pastor, únicamente, se limitó a preguntarle a Cospedal, tras escuchar sus críticas in situ, qué modelo de televisión pública proponía el PP. ¿De dónde viene entonces tanto extrañamiento? Si en un foro sobre prensa escrita alguien cuestionara la imparcialidad del Grupo Joly en los tratamientos de la actualidad política, sería completamente lícito que cualquiera de mis compañeros columnistas defendiera su propia integridad.
Ana Pastor defiende su propia integridad, que es la de TVE y sus espectadores. En TVE, ahora, ya ningún locutor afirma que "los espectadores aplauden a la ministra" mientras la muchedumbre la abuchea. Pastor es incisiva se encuentre quien se encuentre en el plató, sea González o Aznar. Quizá por esto mismo pueda resultar incómoda, y esta polémica sirva de espoleta a quienes imaginan su relevo. Si la imparcialidad es Telemadrid, Hermann Tertsch es Ryszard Kapuscinsky.
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