Ancianos

LA tele se acuerda de los ancianos pero no para que sean ancianos, como aprendimos todos de la propia vida, sino para que se conviertan en macarras bromistas, como en Antena 3; presuman de ligones, como en Canal Sur; o se hagan marchosos, como en Generación Rock de La 1. Lo importante es que nuestros mayores no existan y ya no den imagen de "viejos", sino de jóvenes a contramano, adolescentes ingenuos y espontáneos con arrugas, que muestren sus pulsiones sexuales y sean capaces de arrancarse cantando por Alaska, todo por sus sueños malcumplidos. Por favor, parecen pedir, que los ancianos dejen de ser ancianos y que ahora, como si fueran jóvenes, entretengan a los ancianos de verdad, los pensionistas que (a veces olvidados por todos) se llevan seis, siete, ocho horas al día tragándose lo que echen.

Tico Medina ya intentó hacer un programa sólo para los mayores, pero no lo veían, les daba como vergüenza reconocerlo. En la televisión se estila más que hagan como en los vídeos de monos y de gatitos: que bailen, que se vistan de Elvis y que toquen la batería. Qué graciosos: los monos y los gatitos. Y también los ancianos, como si estuvieron viviendo en el perpetuo convite de una boda.

Y Generación Rock (producido por las catalanas El Terrat y 3,14), secuela de Casal Rock (éxito de allá), está contado con aburrimiento, con muy pocos medios y montado a desgana. Este coro de la cárcel ha echado a andar con escaso interés por mucho entusiasmo que tengan algunos de sus integrantes. Falta historia y falta ternura sincera. Necesitaría un conductor más convencional: más presentador que cantante. Melendi, tras La Voz, sigue adelante con su campaña de regeneración de imagen de yerno ideal, pero por mucha dulzura que aplique a sus compañeros de viaje, es un contrapunto artificial. Para que los mayores se sientan jóvenes no les hace falta ni un rockero ni un rock and roll. Tal vez necesitan (y necesitaremos, los que vamos detrás) una pensión más decente y una televisión pública mejor.