La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ángeles, Trono de Misericordia

Cuando en 1622 llegó el severo crucificado le esperaba la Virgen de los Ángeles como su Trono de Misericordia

Para el ático del retablo de la capilla mayor de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo pintó El Greco su conmovedora Trinidad. Dios Padre sostiene el cuerpo de su Hijo inclinando la cabeza para contemplar, transido de ternura y de dolor, su rostro. El cuerpo está tan totalmente muerto, el peso de la inerte carne fría es tan abrumador, que un grupo de ángeles ha de ayudarle sosteniendo sus brazos. Trono de Misericordia se llama a esta representación de gran importancia en la historia del arte desde la Edad Media al Renacimiento.

Sevilla tiene en la capilla de los Ángeles de la Hermandad de los Negritos su Trono de Misericordia en la unión de la santa dureza y la recia ternura del Cristo de la Fundación y la dulzura de la advocación de los Ángeles, origen de la propia hermandad allá por los últimos años del siglo XIV, cuando el arzobispo Gonzalo de Mena fundó el hospital para negros desvalidos que incluía la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles. Cuando en 1622 llegó el severo crucificado a la Hermandad, allí le esperaba la Virgen de los Ángeles como su Trono de Misericordia.

El cuerpo del Cristo de la Fundación cae tan totalmente muerto como el desclavado que sostiene Dios Padre en el cuadro de El Greco. Los ángeles que en él le ayudan están representados aquí por la advocación de su Madre: luz de la nave de la Virgen, morada tiniebla de la del Cristo; severidad de caoba del paso del Cristo, elegante alegría art decó del palio de la Virgen; música de capilla para el crucificado, airosas marchas, alguna con notas de bolero de Machín, para la Reina de los Ángeles.

Que algo de origen tan marginal, los últimos de entre los últimos, haya resistido ocho siglos; que cayeran las murallas de la ciudad y fueran derribadas sus puertas mientras sobrevivía la pequeña capilla de la siempre devota pero nunca poderosa Hermandad; que mientras el paso del tiempo borraba arraigadas devociones y extinguía poderosas hermandades, la de los negros sobreviviese; y que los cultos se celebren con tanto esplendor a la vez que con tan franciscana sobriedad cada vacío mes de agosto, son hondas y hermosas lecciones que da Sevilla mostrando el rostro más verdadero de las tantas veces infravaloradas hermandades. Seguro que don José Ángel Saiz Meneses, único hermano mayor efectivo que puede predicar la Función Solemne de su hermandad, la aprendió ayer.

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