La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Aprendamos a admirar y agradecer

Aviso: "La mediocridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta"

Ni todo pasado fue mejor ni todo lo presente, por el mero hecho de serlo, lo es. La nostalgia, idealizando el pasado, puede cegar ante lo positivo del presente. El desconocimiento arrogante, sobrevalorando el presente, puede dar por buenos sus aspectos negativos y despreciar lo excelente del pasado, lo clásico que la RAE define como "perteneciente a un período de plenitud de una cultura" y "modelo digno de imitación", y el Gallo, superando a la Academia, como "lo que no se puede hacer mejor".

No es casual que las imágenes más poderosas de la ciudad -obras de Montañés, Mesa, Ocampo o Roldán- y sus tres devociones referenciales -Gran Poder, Esperanza Macarena, Cachorro- fueran esculpidas en el XVII, el siglo de plenitud artística de Sevilla. Ni que los tres mejores misterios -Quinta Angustia, Carretería, Mortaja- sean de ese siglo y los dos mejores de trono -Sentencia y Desprecio de Herodes- sean reconstrucciones modernas de los antiguos en sus figuras secundarias que conservan las imágenes titulares de 1654 y 1698.

Pasando de la edad de oro a la de plata no es casual que, tras la reinvención de la decaída Semana Santa a mediados del XIX (Bécquer, 1869: "Sevilla, población floreciente y próspera, en la cual el espíritu moderno ha llevado a cabo las más radicales transformaciones, imprime a estas solemnidades un sello propio de animación, novedad y lujo, habiendo atravesado una larga época de decadencia"), y sobre todo en ese período extraordinario que va de malla a tisú (1900-1930), se bordaran los mejores palios y mantos, compusieran las mejores marchas, pintaran los mejores retablos cerámicos o esculpieran la mejor Virgen -Quinta Angustia- y el mejor misterio -Presentación al pueblo- modernos en una atmósfera de creatividad en la que Turina componía, Aníbal González, Talavera, Gómez Millán o Espiau construían, García Ramos o Bacarisas pintaban, Izquierdo, Romero Murube, Laffón o Sierra escribían.

¿Nada valioso se hizo después? Afortunadamente sí, gracias sobre todo a la pervivencia de este impulso creativo en las obras tardías de los maestros de aquella edad de plata y en las de quienes aprendieron de ellos reconociendo su excelencia. Aprendamos a admirar y agradecer. Escribió Chesterton que "la mediocridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta". Y aún hay algo peor: darse cuenta y negarla por complejo, por envidia o por lo que sea.

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