Armstrong en Sevilla

Algunos creen que desde que hay leyes de igualdad y de matrimonio en libertad se acabaron las discriminaciones

El viaje a la Luna dejó en el imaginario colectivo esa frase que oímos por primera vez el 20 de julio de 1969: "Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad". Definía así, el más famoso astronauta del mundo, su peripecia y el enorme impacto que esa primera pisada en la selénica superficie tendría para la Historia, nuestra Historia.

El viernes santo, de madrugada, para muchos se dio también una pisada de profundo impacto para muchos y muchas: el presidente de la Junta y el alcalde de Sevilla con sus parejas contemplando desde un balcón la salida de la Macarena, uno de los momentos más hermosos y multitudinarios de la Semana Santa. Todo normal, habitual, previsible y previsto. Así lo entendí, sin darle mayor importancia que la que me afecta por el cariño a dos de ellos, uno alcalde, el otro escritor, economistas ambos. Es cierto que no se me escapaba el carácter inédito de la imagen, pero hace tiempo que dejé de darle relevancia a la composición sexual de las parejas. En ese sentido siempre recuerdo, con regocijo, el corte brutal que Ramón Resino, magnífico profesor y hombre de teatro, le dio a una amiga común aunque en su estilo, casi sin inmutarse. Ella, hablando de un conocido artista, comentó que era gay y Ramón la interrumpió para preguntarle si tenía colesterol, hacía buenas digestiones o era diestro. Ante la boca abierta de la interfecta, Resino aclaró: "No sé por qué ha de interesarnos su identidad sexual sobre otras de sus virtudes". Comparto ese sentimiento aunque hay que reconocer que definirse es un paso para alzar la cabeza, con alegría y sobre todo sin miedo, ningún miedo. Y no hablo de agresiones o insultos, que los hay, intolerables en una sociedad democrática y civilizada. Hablo de otras precauciones más sutiles. O tan sutiles como la que practica la homofobia encubierta. Algunos creen que desde que hay leyes de igualdad y de matrimonio en libertad (porque antes había a quien se impedía casarse, es bueno recordarlo, tanto como que a nadie se obliga a hacerlo, ni siquiera a los heterosexuales) se acabaron las discriminaciones, pero no es verdad. De la misma manera que los supremacistas blancos ya no llaman inferiores a otras razas sino que recurren a victimizarse, acosados por presuntas amenazas, los homófobos se ofenden si los llamas así. Aparte de tener amigos gais, como parecen tener todos, recurren a la vieja táctica de buscar un culpable, ajeno y casi siempre innombrado. La sociedad no está preparada, dicen. La otra noche, con esa imagen en el balcón macareno, no percibí lo importante que era hasta que se me petó el móvil de mensajes. Emocionados, orgullosos. Desviados y depravados los que no sepan verlo.

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