Junio ya es de por sí el mes de la diversidad o, si se quiere, del aguachirle sociocultural. Es el mes eucarístico y el de los destellos argentinos sobre mantelillos albos, racimos de uva y espigas trigueñas. Es también el mes del abatimiento del futbolero ayuno de Liga (la Eurocopa, esa Eurovisión del fútbol, no nos colma). Junio es el mes del sufrido contribuyente, reflejo de la injusta diversidad frente al fisco. Pero, sobre todo, hoy por hoy junio es el mes de la Diversidad Sexual y del Orgullo LGTBI. Hemos visto ya innúmeras banderas del arcoíris. Nos entran ganas de colocar la enseña de la ONU sexual en nuestro triste balcón sin flores. Hasta hemos hecho nuestro el lema que proclama, de Bellavista al Polígono Aeropuerto, que somos una ciudad sexualmente diversa. El Ayuntamiento ha diseñado encuentros y exposiciones con mupis callejeros.

Nos agrada el cartel que anuncia los actos del Orgullo'21. Se inspira en la cresta de colorines de la mascota Curro, pájaro y cuervo de toda carne en descomposición: la memoria. El caso es que nos gusta que junio nos recuerde que pertenecemos al gran sínodo de la diversidad sexual. En esta fiesta el hetero mohíno y paniaguado, como es nuestro caso, halla también su sitio entre tanta variedad amiga. Eso sí, nos sentimos excluidos en cuanto a enseñas y divisas representativas. No hallamos ni paño ni mástil que refleje la heterodecadencia que, como las almorranas, vamos soportando en silencio bajo la luz de poniente de los años. Sobre la bandera madre del arcoíris, lo cierto es que se abren, como capullos en flor, un buen montón de enseñas variadísimas y ricas en resoles. Rosa chicle, amarilla y celeste es la bandera de la variante pansexual. Verde, azul y rosa también es la del polisexual. Rosácea, blanca, lila, negra y azul noche representa la variante del llamado género fluido. Bonita nos parece la divisa transexual, con su celeste, su rosa palo y su blanco. Los intersexuales enarbolan su paño amarillo huevo con un anillo morado en el centro. Negra, gris, blanca y lila es la oriflama de los asexuados (¿podría ser la nuestra?). Igual nos ocurre con la tentadora bandera de la variante agénero, con sus negros y grises y su verde pistacho. Pero, como decíamos, uno no halla la enseña que lo represente como pobre hetero común. Por eso entre amigos hemos diseñado una camiseta negra, pero que luce su rebujina de colores por bandera. Lucimos el lema "Soy Hetero y No me entero", reflejo de una decadencia gatopardesca, callada y pacíficamente fluida. ¿Y si tal vez fuéramos del género fluido?

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