COMO siempre, doy un repaso calmo a todos los titulares que se han publicado con motivo del balance del año en cuanto a audiencias se refiere. Y como esperaba, coinciden en resaltar el "hundimiento" de la televisión pública, por haber bajado la barrera psicológica de los dos dígitos (se quedó con un 9,8% de cuota de pantalla). A partir de ahí, los juicios de valor son más o menos agresivos en función del medio que los publique. Hay quienes responsabilizan directamente a José Antonio Sánchez de haberla hundido, otros atribuyen todas las culpas a la falta de credibilidad de los servicios informativos, casi todos califican la programación de nefasta e insuficiente.
Por encima de cualquier otra consideración, y puesto que de lo que se trata es de valorar audiencias, esto es, de vincular el éxito o el fracaso de una cadena, de una empresa audiovisual, estrictamente a los resultados que arrojan los audímetros, a mí me da la impresión, humildemente, que los datos renuentes cosechados por La 1 de TVE arrojan cierto margen a la esperanza.
Viendo cómo se las gasta el público, viendo cómo obra la audiencia soberana con su mando en la mando, encumbrando a lo más alto, a mucha distancia de los demás a un canal como Telecinco, el más visto por las mañanas, por las tardes, por las noches, los fines de semana y en también en los informativos de los horarios estelares, a cualquier analista deberían ponérsele los pelos como escarpias.
Observando cómo esos mismos espectadores, ejerciendo su libertad, ningunean a La 2 como si su consumo fuera una cadena para extraterrestres, cabría realizar una relectura de estos datos anuales con otro talante. Admitam os: para que La 1 subiera tendría que parecerse a Telecinco. Lo ha constatado la bertinización de esta temporada. Así es que olvidemos un poco la obsesión por los dos dígitos.
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