LA Sexta estrena serie. Y a la joven cadena, que no tiene presión de dos dígitos en sus cifras, se le podía suponer un riesgo mayor que el de Buen agente. La agridulce comedia de Globomedia se contiene, tira la piedra de la situación extrema pero esconde la mano en el vodevil serranesco. El objetivo es hacer una serie de toda la vida, reconocible por los seguidores habituales de la telecomedia española, y despuntar por los flancos, con alusiones sexuales más sinceras, que no explícitas como las ya típicas series de cable americanas.

Buen agente es un remozado de lo que se hacía diez años atrás, pero cuenta con todos los arquetipos que nos sabemos de memoria, adolescentes incluidos, aunque con cierta carga psicológica añadida. El esqueleto guarda muchas semejanzas con Los Quién, que estrenó el lunes Antena 3, ambientada en los 80. El divorcio de los protagonistas rueda la fuerza centrífuga de un universo de clase media con todos sus avíos.

Antonio Molero, habitual de la casa productora, regresa para hacer de su personaje de siempre. Como Fiti o como Poli, con menos pelo y más intención. Arturo Valls también hace de lo que ha hecho siempre y Malena Alterio pretende a medias alejarse de su imagen habitual. Por ahí va de porrista Raúl Fernández, que tiene mucho más fácil despellejarse de su rol en El internado.

Buena gente aprobó en índices de audiencia en una noche feroz, pero los datos más discretos los anotó en Andalucía. En esta tierra el personal miraba sobre todo hacia Honduras, hacia la barriga de Kiko Rivera y otras parcelas anatómicas de los robinsones de Supervivientes, náufragos de Forges al servicio de Telecinco. Allí han formado una buena paella de personajes, con anónimos que prometen de guarnición. Se cocerán a fuego lento. No es tan fácil hacer algo tan previsiblemente inesperado.