De La Buhaira al Polígono Sur

Puestos a considerar cuándo se muere, diferencias hay entre barrios de Sevilla

La muerte no es toda igual, lo que es igual es estar muerto". Rotunda y esclarecida máxima de Saramago, en una novela fabulosa, Memorial del convento. Y como la muerte pone fin a la esperanza de vida, cuánto dure esta tendrá no poco que ver con cómo se desencadene su fatídica conclusión, porque ni la muerte natural -aquí no rige la contradicción de un oxímoron- se libra del negro hado de la parca. La desigualdad de la muerte tiene una explicación diáfana en las páginas del Nobel portugués: "Quién es ese Manuel Milho, Andaba conmigo en la obra, pero resolvió volverse a su tierra, dijo que prefería morir ahogado en una crecida del Tajo antes que quedar aplastado por una piedra de Mafra, porque al contrario de lo que se suele decir, la muerte no es toda igual, lo que es igual es estar muerto, y se iba para su tierra, donde las piedras son pequeñas y pocas y es dulce el agua".

Además, puestos a considerar cuándo se muere, en lugar de cómo, diciendo que se habla de Sevilla, diferencias hay notorias entre vivir en La Buhaira, la Huerta de la Salud o San Roque que en las Letanías, Los Pajaritos o el Polígono Sur. Ocho años más en los primeros barrios que en los segundos, de 83 años a 75 años. Y aunque se dice que la renta condiciona pero no determina, las excepciones, por su propia naturaleza, restan poca fuerza a la categórica entidad de la regla. El Plan Local de Salud de Sevilla 2019-2023 ofrece un pormenorizado e interesante análisis, sobre periodo de 2011 a 2014, que sostiene la necesidad de medidas y acciones sociales a fin de acortar la desigualdad siquiera sea antes de morir. Si bien, por ahí se empezó con Saramago, solo es igual estar muerto. Ocho años más de vida, en fin, valen el empeño, por más que el escritor, con estoicismo ecuánime, sostuvo también que morir siempre es una cuestión de tiempo.

Advertidas estas desigualdades en el padrón de las esquelas, si se opta por el término medio, ese recurso aritmético que reduce aquellas diferencias con la equívoca precisión -valga ahora el oxímoron- de un cálculo, los hombres sevillanos figuran entre los de menor esperanza de vida de España, 79,09 años frente a 80,52, un año y medio menos, en 2018. Bastante mayor, por otra parte, es la desigualdad de género, dado de las mujeres sevillanas viven, con 84,59 años de me-dia, cinco años y medio más que los hombres. Por eso se arriesga poco al anticipar que buena parte de ellas conocerá la viudez si compartieron su vida con uno de esos hombres sevillanos sin pedrea en la lotería de los años. Aunque de este modo se tenga la muerte como contingencia o resultado azaroso, en lugar de sometida a la colectiva e impersonal disciplina de una variable estadística. Saramago, en la ficción, resolvió estas diferencias con Las intermitencias de la muerte, sin intención de abolirla sino de darle cabal sentido, diferencias aparte, porque solo es igual estar muerto.

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