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La lluvia en Sevilla

Candidatos, ¡a los barrios!

Vivimos en una ciudad de diferencias abisales entre barrios, con un casco histórico tendente al cascarón

El otro día, en la boda de un amigo desembarcó una batucada, y a los cinco minutos, el vecino de enfrente que, en vez de mandar callar, se hizo el dueño de las maracas. Tomé nota: como no puedo bajarle el volumen al ruido electoral, me he sumado a él. Mis vecinos me confiesan que ni abren la propaganda electoral; en cambio yo la he ido coleccionando en una carpetita, y escruto el tipo y tamaño de la letra, los eslóganes, los QR, las fotos de los candidatos y candidatas (en algunos sale mucha gente, y no en un orden municipalmente sensato), el gasto de tintas –¡venga cuatricromías!– y de papel. Me tengo subrayadas todas estas cartas, no tanto por ponderar las propuestas como por amortizar mis estudios de doctorado sobre análisis del discurso, semiótica y otras cosas del subtexto. También he solicitado el voto por correo, porque prefiero cerrar el sobre en un día corriente (las optimistas mañanas de domingo no son buenas consejeras), y porque mandan todas las papeletas y las escruto una a una. Cunden en internet los comparadores de programas, pero no los voy a necesitar: todas las proclamas electorales de Sevilla coinciden en un mensaje, barrios, barrios y más barrios.

“Tanta amabilidad me confunde”, dice mi abuela cuando me ve llegar con zalamerías; algo quiero. La misma sensación se me queda cuando escucho la reverberación de cada mitin en que se repite “Barrio, barrio, barrio…”. De repente, todo es barrio. Desde la derechísima, que no para de meter la patria, a la izquierda más izquierda, pasando por todos. Los discursos de altos vuelos son telón de fondo, ahora todo es proximidad, plazoleta, asociación de vecinos, kilómetro cero. Claro, quienes conforman la masa de votantes no son los turistas, ni los propietarios de franquicias, ni los influyentes de cada sector con intereses en esta plaza. Vota la gente, tela de gente que vive en la Sevilla (Pata Negra dixit) donde vive la gente.

Atención, señora, han llegado a su barrio las promesas electorales. Lo honesto será que también lleguen ahí, con el mismo ímpetu, las acciones. Que se gobierne ante todo para todos los vecinos de Sevilla. Vivimos en la ciudad de las diferencias y distancias siderales entre barrios, con un casco histórico tendente al cascarón. Hay veces en que, quienes informan u opinamos, no vemos más allá de la Puerta de Jerez (salvo cuando ha habido un navajazo, lo que da pábulo a discursos sesgados e indeseables). Sin embargo, es en nuestros barrios donde la vida de Sevilla bulle. Hacer barrio es crear condiciones para que quienes lo habitan lo vivan, lo sientan, cuiden y defiendan –hasta de los políticos que no cumplan sus promesas–, como lo que es: el lugar donde viven y conviven.

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