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RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

Carta a Duran Lleida

MIRA, tío, te lo voy a explicar. Estoy bastante harto del clasismo nacionalista. Harto de razones ancestrales esgrimidas como un odio racial a todo lo que orille tu frontera y esté lejos de ti, de ese pequeño mundo con su economía menuda. No tengo el gusto -ni el disgusto- de conocerte personalmente. Tampoco lo deseo, qué quieres que te diga. Pero sí que imagino los aplausos que habrás recibido por tu frase, el abrazo de acólitos, ese abrigo íntimo y falsario en cualquier cenáculo converso. Has dicho que "en otros sitios de España, con lo que damos nosotros de aportación conjunta al Estado, reciben un PER para pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo". Y te han vitoreado, te has cubierto de esa triste gloria comarcal del nacionalismo excluyente. De hecho, estabas en tu Consejo Nacional, y en Barcelona, y has vuelto con eso de que "no me meto con el pueblo andaluz, ni con ningún pueblo del Estado español, sólo defiendo lo que es nuestro, que para eso me pagan, para eso me han elegido". No creo que te paguen para esto. Recordando tu antigua sensatez, esperaba algo más de ti.

Luego, en Punto Radio, has dicho que "no hay ánimo de odio ni menosprecio" en tus palabras, y que aprecias Andalucía por su riqueza como región. A Andalucía, como te puedes imaginar, le importa un pito que aprecies su riqueza. Sin embargo, eso de que no hay "odio ni menosprecio" en tu discurso, qué quieres que te diga. El mensaje es muy viejo: la sociedad catalana, próspera, se deja el cuello en el tajo para que los haraganes andaluces pasen la mañana de cañas. Si realmente fuera así, en cualquier caso, significaría una cierta ventaja emocional, una especie de sabiduría ancestral que quebraría tu lógica interior. Pero es que no es verdad, y sobre todo es falso que tus palabras no tengan "odio ni menosprecio": porque "menosprecio", al menos, hay y mucho. Como comprenderás, la soflama y su aplauso me dan bastante igual, entre otras cosas, porque tu Cataluña se cimienta, con otros sedimentos, sobre el trabajo de muchos andaluces, extremeños, murcianos, que llevaron allí su dignidad para poder reedificar la vuestra. Porque eso es vivir, ese intercambio, y también esa generosidad.

Sí importa esta torpe estrategia de confrontación autonómica, y que entre los tuyos y tú os hayáis cargado Barcelona. La más cosmopolita, intelectual, libre y divertida, de los años 60 y los 70, que gracias a tu pequeño nacionalismo, ahora sólo existe en las memorias de Carlos Barral y en los poemas de Gabriel Ferrater y Jaime Gil de Biedma. Fíjate. Los andaluces también sabemos leer. Además de tomar cañas. Y también trabajar, y pedir un martini bajo la cristalera cenital del Palace. Pero pagando, eso sí, de nuestro propio bolsillo.

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