Cuchillo sin filo

Francisco Correal

Yo, Claudio; tú, Calígula

EN España gusta mucho ganar los partidos desde el sofá, alentar desde el burladero al torero para que se juegue la vida en el albero. La victoria de Obama la hemos recibido como nuestra. En todos los sitios donde se han hecho simulacros de votaciones (ya pasó el tiempo de esa mágica representación en las recepciones del pabellón de Estados Unidos de la Exposición del 29) Obama ha arrasado y muchos han sacado pecho como si ese sufragio de vudú hubiera surtido algún efecto. El presidente del Gobierno español podrá por fin ser recibido por su homólogo estadounidense. Que se consuele pensando que sin el que nunca lo recibió probablemente José Luis Rodríguez Zapatero no habría sido inquilino de la Moncloa.

Barack Obama jurará su cargo sobre la Biblia. Por mucha globalización, ese país está condenado a depender en la distancia de lo que ocurra en el Golfo Pérsico, en el Canal de Suez, en el mar Arábigo. Los escenarios bíblicos, la huida a Egipto desde Camp David. En las elecciones de 1980, el vaquero Ronald Reagan venció por el descrédito de Jimmy Carter ante la irresoluble crisis de los rehenes de la embajada de Estados Unidos en Teherán.

Sin el atentado contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, no se habrían producido las alocadas reacciones que desembocaron en el conflicto de Afganistán y la invasión de Iraq, con distinta suerte para el mulá Omar, el único sátrapa que ha escapado a los misiles en una motocicleta, y para Sadam Husein. Ese nuevo escenario convirtió a José María Aznar en aliado de Bush, el presidente saliente de los Estados Unidos. Sus botas sobre la mesa en el rancho de su anfitrión constituyen el símbolo de la decadencia y del desgaste. Yo, Claudio. Tú, Calígula. Nunca entendí por qué resulta legítimo (consta incluso en el sumario del posterior juicio) relacionar los atentados del 11 de marzo de 2004 con la presencia (testimonial) de España en Iraq y no lo es establecer esa misma relación causa-efecto entre dichos atentados y la derrota del partido que estaba en el Gobierno en las elecciones que se celebraron tres días después. Era la propia propaganda socialista y sus afines mediáticos los que advertían de los riesgos derivados de una hipotética mayoría absoluta del PP.

No es correcto hacer pasado-ficción estando Michael Crichton de cuerpo presente, pero si hace ocho y cuatro años Bush resulta derrotado en las urnas por Gore y Kerry, respectivamente, es muy posible que Zapatero tampoco hubiera sido recibido en la Casa Blanca porque estaría en la oposición. Bush no lo recibió, pero lo habilitó, que diría un valdanista. Sólo faltaba en ese delirio que Bush hubiera venido a hacer las galas del cambio climático. El diluvio.

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