La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Señor, qué habremos hecho para merecer los desmanes que recibimos de nuestra clase política, que hay algunos que dan ganas de vomitar. Y si el otro día nos desayunábamos con el sapo de una fotografía llena de delincuentes condenados como Pujol y Puigdemont con el abad de Montserrat, que así constataba el separatismo que impera en la Iglesia catalana, ahora otro sapo tan nauseabundo como el de la sonrisa de una vicepresidenta en funciones con un prófugo de la Justicia. Veo a los jueces comiéndose por dentro al ver cómo el Gobierno cohabita con gente como ese Puigdemont que alterna condena con tener en sus manos el futuro inmediato de este pobre país aún llamado España. Y mientras pasa esto, el problema mayor sigue siendo el beso de Rubiales o la grosería del dueño de Fuente Ymbro en la tele.
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