La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los sevillanos 'pagafantas'
Oigo en la radio que “ecoansiedad” es palabra que la Real Academia de Lengua va a admitir ya. A bote pronto, choca. Uno pensaría que, hoy por hoy, necesitamos más “anmnistiansiedad”. O “constituciansiedad”. O “demografiansiedad”. El reconocimiento lingüístico de la “ecoansiedad” significará reconocer su estatus patentemente patológico. ¿No sería mejor que fomentásemos, ya puestos, la “deficitis”, la “deudapublialgia” o la “nataliosis”? Sin necesidad de entrar a negar el cambio climático, cualquier científico, todos los economistas y los estadísticos más elementales son conscientes de que de aquí a que ese cambio climático plantee problemas serios a la población mundial ya nos habrá estallado una crisis de deuda de dimensiones colosales o el envejecimiento de la población nos habrá dejado al borde de la extinción. Puestos a tener ansiedad, mejor con motivos perentorios.
La ecoansiedad no es sólo un problema lingüístico ni político, sino urgentemente médico o psicológico. Cada vez hay más personas, especialmente jóvenes, afectadas por una visión muy amargada del futuro inmediato a causa de la amenaza climática. Un problema real, éste sí.
No nos extraña. Tantísima predicación del apocalipsis climático ha terminado calando en los espíritus más esponjosos, esto es, en el de los niños. Si ven que su mundo se extingue sin remedio, qué menos que la desesperanza. Alvy Singer, el personaje de Woody Allen en Annie Hall (1977), no hacía los deberes en el colegio porque había leído que el universo se expandía. La madre replicaba que qué tenía que ver el universo con él, eh; pero el fin del mundo le quita a cualquiera las ganas de aplicarse. Todavía es peor si ese universo se funde de calor hasta convertirse en un horno irrespirable. Eso, repetido curso tras curso, en todas las asignaturas, en la tele y en los discursos oficiales, le sorbe el ánimo a cualquier inocente criatura.
Quizá el reconocimiento de la palabra “ecoansiedad” nos sirva para concienciarnos no tanto de lo eco como de lo de la ansiedad. Habría que transmitir un mensaje menos alarmista, más pegado a los datos, antes que crear una asfixia metafísica en millones de mentes inocentes. Defienden que la ecoansiedad es un arma muy eficaz para luchar contra el cambio climático. Ah, pero eso implica usar el equilibrio psicológico de los más inocentes entre nosotros para una lucha eco-económica. ¿El fin justifica los miedos?
También te puede interesar