La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
La cosa no podía empezar mejor. Oyes en la radio a Garci, lees la columna de Savater sobre la gente y la gentuza y anotas el final de la entrevista a Boadella: "Los maestros son los nuevos soldados del nacionalismo catalán". ¿Qué hemos hecho para que gente como Garci, Savater o Boadella, personas que en cualquier otro país le darían prestigio a un Consejo de Ministros, tengan aquí reputación de apestados? Y encima se muere Javier Marías. Parece una parábola que pongan en la 2 Mogambo en estos tiempos en los que para evitar el adulterio de la mendacidad somos capaces de legitimar el incesto de la prepotencia, sea con los jueces, los camioneros o la guardia Suiza del Papa de Roma. Oportuna película en la que Clark Gable, con la logística de Kenia, Uganda y Tanganica, besaba a dos de las mujeres más deseadas del siglo XX. Una morena y una rubia, como canta la zarzuela, en una doble conmemoración. Hoy se cumplen 40 años de la muerte en accidente de Grace Kelly, a la que Hitchcock le sacó más partido que John Ford, y en diciembre celebramos el centenario del nacimiento de Ava Gardner, la condesa descalza que se puso España por montera.
La globalización nos ha regalado un mapamundi, como a Julio Verne en su casa de Nantes. ¡Cuánta razón tenía John H. Elliott al diferenciar los procesos identitarios de Escocia y Cataluña! En los dos territorios hay partidos independentistas pero la diferencia es esencial. En Escocia murió la reina de Inglaterra y la despiden con todos los honores como a una heroína de Walter Scott.
En Cataluña a nuestros Reyes los llevan a escondidas, los ningunean, queman sus retratos, humillan a la Princesa, con el beneplácito silencioso de los cobardes que no levantan la voz para no perder el diezmo, como apunta Boadella. Escoceses y escocidos, un abismo. De la condesa descalza al conde-duque de Olivares.
De Rusia viene otra lección interesante. Los rusos derrotaron a Napoleón, con el consuelo del retrato literario que le regaló Tolstoi en Guerra y Paz, y también a Hitler, con el dolor añadido de nuestros compatriotas de la División Azul que regresaron manirrotos en el barco Semíramis. Ucrania recupera territorios y moral a costa de unos soldados rusos que vuelven cabizbajos y perdidos, como los de La fortaleza escondida de Akira Kurosawa. El tesón de Ucrania paradójicamente refuerza la leyenda rusa contra Bonaparte y el Führer, ya que fueron los daoizes y velardes de Kiev y Donestz, de Mariupol y Odesa, la avanzadilla con la que se topaban los sueños anexionistas de estos ogros filantrópicos. La URSS nació el mismo año que Ava Gardner, pero ha envejecido mucho peor. La única batalla que ganó Napoleón en Rusia fue la del último Mundial, que ahora parece pura ficción. El legado de Platini. Con Vladimir Putin en el palco. Cuestionado ahora hasta por sus incondicionales, arrinconado por el gol de Marcelino y por el guante de Yashin.
Nos queda la pasión monegasca por Carolina que recitábamos con Moncho Alpuente esperando a Godard al final de la escapada.
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