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la ciudad y los días

Carlos Colón

Fiestas de la Macarena

ERAN los tiempos de don Antonio Luque Buzón y de los Marvizón, Rodríguez Ojeda, Ayala, Carrasquilla, De la Torre, Sánchez Monglia, Jiménez Mole, Zuleta, Mingo, Moreno, Costas González, Alonso Gómez, Periáñez, De La Oliva, Gamero, Vázquez, Lara, Baca, Luquiño… Y tantos otros que hicieron a la Hermandad de la Macarena aún más grande de lo que ya era. Un mes de septiembre de hace algo más de un siglo, casi en coincidencia con el día de hoy, se adornaron con farolillos a la veneciana las murallas de la Macarena y el Arco; se llenaron de puestecillos, tómbolas, veladores y entarimados lo que entonces se llamaba los llanos del Hospital y hoy se llaman Resolana y Don Fadrique; y durante cinco días se ofrecieron bailes populares, conciertos de bandas civiles y militares, carreras de sacos, cucañas, carreras de bicicletas, la modernidad de proyecciones del cinematógrafo al aire libre, concursos de mantones de Manila, elevación de fantoches -muñecos grotescos que se hacía volar llenándolos de hidrógeno- y fiesta andaluza de cante y baile.

¿A qué tanta fiesta? Se acercaban las fiestas del Rosario y ese año la Hermandad de la Macarena necesitaba dinero. Había necesidad en el barrio y el lápiz de Juan Manuel no paraba. Aún brillaban, nuevos, los oros y las sedas del manto de malla; se acababa de estrenar el palio rojo; se había contratado ya la nueva candelería de plata; en la Joyería Reyes esperaban los dibujos de Rodríguez Ojeda para la corona de oro; y se preparaba el estreno de las nuevas ropas de los armaos.

Lo dicho: hacía falta dinero. Y cuando la Hermandad de la Macarena pasa apuro, tiene necesidad o se sacrifica, hace una fiesta. Porque fue el mismo Señor de la Sentencia quien les dijo: "Cuando ayunéis, no os pongáis tristes, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para hacer ver a los hombres que ayunan… Tú, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que no sepan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo escondido".

Ha pasado más de un siglo. Y sigue haciendo falta dinero. No ya para aumentar el patrimonio con lujos innecesarios, sino para mantenerlo.

De la capilla de San Gil se pasó a la Basílica que abre todos los días del año. Y sigue habiendo necesidades que socorrer. Por eso -y porque allí nada muere- los macarenos resucitaron hace siete años la antigua velá del Rosario con el nombre universal de Fiestas de la Macarena para recaudar fondos que se dedican íntegramente a las obras asistenciales de la Hermandad. Son tiempos difíciles. Hay necesidad.

Llama la Macarena. Sevilla le responderá, seguro, desde hoy hasta el domingo.

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