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Ganas de feria (del libro)

Tengo la esperanza de que la feria del libro otoñal sea de veras nueva y a la altura de Sevilla

Ya estaba yo inquieta, ahormando las gafas de cerca, mirando a ver quién pone este año casetilla o qué figuras trae el cartel o qué pluma local toma la alternativa, cuando por fin ha saltado la noticia de la que Feria del Libro de Sevilla pasa de la primavera al otoño. Mis ganas de feria prebelican con mis razones para la alegría: tengo la sensación (o quizá la esperanza) de que la nueva feria del libro, otoñal, refrescada y ampliada, va a ser de veras nueva y a la altura de la capital de Andalucía, una feria con más tiempo para programarse y más espacio para hacerse visible y visitable, menos asfixiante por la calor y asfixiada por los fastos de la primavera sevillana y de las ferias librescas principales de San Jordi y la del Retiro. (Para colmo de bienes, autores, lectores y caseteros se ahorrarán el incordio de los políticos en precampaña). Una feria con un equipo en el que veo representados no sólo a los libreros, también al mundo editorial, y con un gestor cultural al frente de acreditada experiencia. No todo lo que leo al respecto son letras, esta vez por fin he visto números encima de la mesa -150.000 euros de presupuesto- y estas declaraciones del alcalde: "Es necesario dar un salto y buscar un modelo más ambicioso". Cómo lo sabe. No sé si a la feria habida hasta el momento le ha faltado intención, pero sí planteamientos y resultados a la altura de los tiempos y de la ciudad.

Con todo, cualquier feria del libro capitalina que pretenda triunfar corre importantes peligros y tentaciones, que la organización tendrá la misión de sortear. El primero sería rendirse al papel y dejar caer las letras, a los libros al peso frente a la calidad de la oferta: te doy una Paz Padilla como invitada al Premio Cervantes. Las largas colas para ver al Monstruo de Guatemala no deben ser para esta feria. La declaración de intenciones del presidente de la feria tranquiliza, porque manifiesta un norte: mirar a América. Quiere que Sevilla le saque partido a "la relación y el diálogo entre ambas riberas atlánticas". Segundo riesgo: oír a quienes proponen que "hay que ir a buscar a los lectores" con rollos teatralizados o performances invasivas. Hubo un tiempo en el que los gestores de cualquier festival nos proponían a los poetas recitar dando alaridos en un mercado o susurrar versos a los transeúntes. La acción poética y la intervención artística ha de tener siempre intención y sentido. Y tercero: no aprovechar la experiencia de los agentes del libro, la crítica literaria y el fomento de la lectura locales por recibir propuestas efectistas, necesarias para el efecto llamada, pero nunca suplantadoras de la red que hace posible que en esta ciudad leamos, tengamos librerías decentes, editemos en condiciones, recitemos, escribamos. Nos vemos en la Feria. En otoño.

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