La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
El espíritu lúdico se ha convertido en patología. El ocio ha mutado en obligación nerviosa. La agenda cultural provoca ansiedad. Huizinga acuñó la variante homo ludens para celebrar al hombre necesitado de juego y divertimento. Pero el aborigen local es hoy una subespecie desvirtuada y especialmente maniaca. El fin de semana en Sevilla es una fritanga de actos lúdicos con rebozado de aceite de colza. El tiempo libre ha derivado en metástasis. Hay que estar distraídos y no bajar la guardia. Sociólogos y expertos en todología pronosticaron un tiempo nuevo para después de la pandemia. Se impondría la sensatez y cierta mesura en los usos y costumbres. Habría que hacerles tragar sus vaticinios con cucharadas de alpechín.
Ayer fue el Día Mundial de la Salud Mental. Los galenos que estudian la azotea del personal recomiendan la necesidad virtuosa del aburrimiento. Debemos aburrirnos saludablemente. Pero hoy todo nos expone a rellenar el tiempo y a sobreexcitarlo. No hacer nada o no tener planes despierta la misma sospecha, incluso la piedad, de quien almuerza a solas en un infame gastrobar de moda: o da pena o mueve a la hipótesis de una personalidad oscura. Desde el jueves por la noche el ocio muta en una suerte de estrés colectivo. Todo lo que va del montadito más grande del mundo por obra y gracia de El Serranito, hasta el Fest, el concierto de masas o la exposición inmersiva del momento.
Echarse a la calle era aquello tan saludable y espontáneo que ocurría en los anaqueles del tiempo antiguo al llegar la Semana Santa. Ya no. El fraude de otoño que sufrimos ha derivado en mera callejería. ¡A la Gloria, sevillanos! Eso cantó el pregonero que inauguró la línea mediática del gran día de autos. Esta semana, además, toca puente festivo. Habrá competición de globos aerostáticos por los cielos aburridamente diáfanos. Y jugará la selección española de fútbol en el estadio de La Cartuja, ese carero y engolado estuche multiusos que los iletrados sin pudor de la Junta de Andalucía quieren convertir en el Wembley español. Por favor. Se aprontan ya conciertos y mucha flamenquería como antesala de los Grammy. Será esa gala “choni-glamurosa” (Luis Sánchez-Moliní dixit) de la que Sevilla sabrá esnifar su grammy de autoestima. Sabemos ya que hasta 2025 se aviene un temible calendario de procesiones extraordinarias. El iluminado pastor Saiz Meneses pretende combatir la secularización rampante con más y más procesiones de calle. ¿Qué le echan en el cáliz de la eucaristía? Que el mismo Cristo de los Cálices lo ilumine y lo libre de toda borrachería transitoria. Amén.
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