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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El Guadalquivir sí que es esencial

El Gobierno andaluz de Griñán auspició en 2009 el Consorcio del Guadalquivir. En diez años no hizo nada.

Asomado al balcón el sábado por la tarde media hora después de los aplausos -esta vez más prolongados y nutridos que días atrás- vi pasar a un montón de gente en dirección al río. Había hambre de calle. Deduje que tal vez la recobrada euforia de los aplausos tenía que ver con esa especie de pase de pernocta que el Gobierno ha dado a sus gobernados. Familias, parejas y solitarios iban todos a asomarse al río, a pasear por su orilla. Clave para esta ciudad, sin embargo el Guadalquivir nunca ha estado en la primera línea de las preocupaciones y prioridades de los gestores locales y regionales -por supuesto, tampoco estatales- durante decenios. En ocasiones ha servido para declaraciones de intenciones que nacían trayendo el parte de defunción bajo el brazo (*). Su desaprovechamiento es palmario. Es una conclusión extraída de la mera observación a lo largo de los años. Las riadas de personas que veía pasar en su busca me reafirmaron en la idea de que después de semanas sin poder asomarse a él tenían síndrome de abstinencia de Guadalquivir.

Tanto como se habla hoy de cuestiones esenciales, el río lo es para Sevilla. Esta es otra de esas obviedades que hay que repetir de vez en cuando, aunque quizás haya que hacerlo ya de forma machacona si nos atenemos a lo que vemos en demasiados tramos de sus márgenes: basura y porquería, descuido y abandono.

(*) En 2009 -ya ha corrido agua por el río- el Gobierno andaluz presidido por Griñán celebró con un espectáculo en el Centro de Alto Rendimiento de la Cartuja el acto de presentación del Consorcio del Guadalquivir. El coste del sarao rondó los 250.000 euros. De boca del presidente autonómico se oyeron frases del tipo "río limpio, bello y productivo", "vertebración territorial", "impulso de actividades estratégicas", "entrada de civilizaciones", "palanca de la economía andaluza". A la firma del protocolo se adhirieron ayuntamientos ribereños, diputaciones de las provincias por las que corre el cauce, sindicatos, empresarios. Ese protocolo subrayaba las condiciones del río como yacimiento de riqueza gracias a sus diversas vetas: "fluvial, natural, cultural, deportivo, ecuestre, flamenco, artesano y de compras y gastronómico". El "ambicioso" plan -como suele repetirse en estos casos- se ejecutaría con inversión pública y privada que haría del río "elprincipal eje impulsor del desarrollo socioeconómico de los municipios del interior". En 2019, el nuevo Ejecutivo PP-Cs disolvió el consorcio. En diez años no había hecho nada. Ni un programa, ni una iniciativa, ni una medida. Cero.

La gente continúa el sábado por la tarde pasando bajo el balcón, en dirección a su río. Sigue ahí.

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