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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Nuestra Guerra de los Cien Años

Berlanga decía que la Guerra Civil era mucho más literaria y romántica que la Guerra de Secesión

Fernando Lumbreras nació en Cáceres en 1963. Invirtió las dos últimas cifras del año de su nacimiento para ambientar en 1936 su novela Operación Drohne. Palabra que significa Zumbido en alemán. La subtituló Nazis en Cáceres porque el trasfondo histórico es una operación secreta de Hitler para hacer desembarcar en el puerto de Sevilla dos barcazas procedentes del mar Báltico con militares alemanes disfrazados de turistas y material bélico que sería transportado en trenes hasta dos castillos en las inmediaciones de la ciudad extremeña. Una operación que se desarrolló entre octubre de 1936 y el verano de 1937. Yo hice el campamento de la mili en Cáceres, en el Centro de Instrucción de Reclutas Santa Ana, en el verano de 1978. Ese verano se murió Pablo VI y le sustituyó Juan Pablo I, cuyo pontificado sólo duró 33 días. En la presentación de la novela en el bar Avelino, muy cerca del campo del Betis, que fue campeón de Liga en 1935, describí dos escalofríos cronológicos. El primero, comprobar que entre 1936, el año que empieza la Guerra Civil, y 1978, aquel verano de recluta en Cáceres, habían transcurrido los mismos 42 años que desde entonces hasta ahora. El tiempo vuela y nosotros somos sus alas sin darnos cuenta, dije en un arrebato de lirismo, guiño a Lumbreras, que también escribe poesía. El otro escalofrío es casi patológico. Sólo faltan quince años para que se cumpla un siglo del comienzo de la Guerra Civil, que no deja de ser nuestra particular Guerra de los Cien Años. Así se llamó la que dirimieron Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453; es decir, durante 116 años en los albores del Renacimiento. Pasará un siglo y nuestra guerra seguirá minada en las trincheras del rencor y el desagravio. A Berlanga, en puertas de su centenario, le cupo al menos el honor de tomársela con humor en su película La Vaquilla, en la que liberó su experiencia casi de adolescente en la batalla de Teruel y en la División Azul. "Para mí, nuestra Guerra Civil ha sido más trágica, más épica, más literaria, más cinematográfica, más romántica y más violenta que la Guerra de Secesión norteamericana", dejó escrito en sus Memorias, cita que reproduce Miguel Ángel Villena en la biografía del cineasta valenciano. Arturo Pérez-Reverte, que ya se asomó al frente en la trilogía de Falcó, el señorito jerezano que intentó liberar a José Antonio de la cárcel de Alicante, en la que murió el mismo día que Durruti, ha conseguido el premio de la Crítica con Línea de fuego, su inmersión literaria en la Batalla del Ebro. Una crónica de 682 páginas del académico y novelista que fue corresponsal en muchas guerras y cuya pista se perdió en el desierto del Sáhara cuando cubría la Marcha Verde para el diario Pueblo en plena agonía de Franco. Ese militar ferrolano que ganó una guerra a bordo del Dragón Rapide y perdió otra en diferido saliendo de Tutankamón total en un helicóptero desde Cuelgamuros. Cautivo y desarmado, Cid Campeador sólo hubo uno y nadie volvió a ganar batallas después de muerto. Los muertos a veces votan, pero no ganan batallas. Ni las pierden. Como mucho las empatan con la moviola.

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