La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Aver cómo lo digo, bruja alucinada, para que no te rebotes con furiosa destemplanza. Pero es que, sin otra intención que la de conocer mejor tu naturaleza, prendado como estoy de tus encantos -no sé bien si naturales-, me he dado una vuelta por "el rincón de las brujas", del Museo de la Historia de la Farmacia de Sevilla, en los sótanos de la Facultad de Farmacia, y se me han caído los palos del sombrajo.
-Mira, ya está bien de faltarme al respeto con tontunas estupideces. Bruja soy, a mucha honra, y no voy a consentir que un plumilla pretencioso me ponga en solfa cada vez que le salga de sus cortas, muy cortitas, entendederas. Y todavía llevo peor que quieras parecer gracioso, con tus pamplinadas y ocurrencias fútiles, propias de un insulso.
-Iba a callarme, pero me has provocado. A ver, como no podrás negarme los aquelarres con Satanás, ya me dirás qué es eso de las sustancias alucinógenas utilizadas, a propósito, por las brujas reunidas en torno al Diablo, con figura de macho cabrío. Sí, sí, sustancias opiáceas, tintura de belladona, de beleño, de estramonio y otras materias alucinógenas con las que, según se documenta y no me invento -me costaría imaginarlo incluso con el concurso del realismo mágico, aunque no sea primo hermano de las supersticiones-, las brujas, desnudas de cuerpo entero en el aquelarre, invocaban al Maligno después de impregnar palos de escoba con esas sustancias, para una fuerte absorción vaginal, fricción mediante, con los alucinógenos efectos consiguientes.
-Te lo has buscado, ni con una tortilla de pastillas azules vas a levantar el miembrecillo de tu extinta varonía. Y sufrirás porque voy a sumirte en calenturosas pasiones que te avergonzaran y sacarán de quicio ante tu incorregible impotencia, cuando no la eyaculación precoz o la disfunción eréctil, en alternativa presentación, que no habrá "boston" que remedie.
-No, por Satán, recuerda que el año pasado nos dimos un homenaje en el Alfonso XIII. Y voy a callarme que eso de volar en la escoba puede ser un mito resultante del otro volar con el roce de la escoba.
-Te lo has callado diciéndolo, minúsculo hipócrita. Pero ni la noche que recuerdas va a librarte de ese castrador hechizo que no tendrás forma de deshacer.
-Contente, que me descompones, bruja de mis tormentos. ¿No ves que ha sido un ataque de celos? Y sé, además, que en esta Feria te buscas bien la vida con fórmulas mágicas y conjuros del corazón, de oferta variada y precios al alcance del bolsillo de los deseos.
-Me enterneces, plumilla, para qué ocultarlo hasta el próximo enfado. Tópicos aparte, la Feria es un figurado estado de excepción, más bien una excepción en el ordinario estado de las cosas, y digo yo que habrá que sacarle algún partido.
-Y tanto, bruja de mis desvelos, que eres una hechicera excepción de Feria en Feria.
También te puede interesar
Lo último