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Indigencia intelectual, miseria política

EL artículo A los españoles firmado por Artur Mas, Raül Romeva, Carme Forcadell, Muriel Casals, Oriol Junqueras, Lluís Llach, Germá Bel y Josep Maria Formé, publicado ayer en El País", además de estar mal redactado y lleno de afirmaciones objetivamente falsas, incide en una rancia retórica romántico-totalitaria que dice mucho sobre la irracionalidad patriotera del nacionalismo catalán. Además de sobre su indigencia intelectual y su miseria política. Como si se tratara del diálogo de una película de Cifesa escrito para ser dicho con la entonación engolada de Aurora Bautista, se afirma en él: "Catalunya ha amado a pesar de no ser amada".

Miren ustedes, mentirosos además de pésimos redactores, las regiones o autonomías no pueden amarse porque el amor es un sentimiento propio de los individuos y no de los territorios. Humanizar un territorio y hacerle hablar por las bocas de quienes se arrogan el poder de ser su voz es un disparate propio de los nacionalismos desquiciados. Cataluña no puede amar o dejar de amar a España porque no es un ser dotado de sentimientos. Los catalanes sí podrían amarla o no. Y aún habría que evitar la generalización totalitaria que atribuye sentimientos personales subjetivos a la colectividad. Porque al hacerlo se incurre en esa ventriloquía dictatorial en la que uno o unos cuantos hablan en nombre de todos. Algo tan frecuente en lo coloquial como peligroso en el discurso político.

Los colectivos, al igual que los territorios, carecen de emociones. Es tan imposible que todos los catalanes amen a España como que todos los españoles amen a Cataluña. Uno o muchos catalanes sí podrán amarla o aborrecerla, pero nunca esa totalidad que se invoca cuando se dice "los catalanes" o "los españoles". Las naciones o los territorios no pueden amar u odiar porque los sentimientos son propios de los seres humanos individuales. Salvo que se recurra a la retórica patriotera y totalitaria. Y todos conocemos los peligros que se corren cuando se habla de las naciones o los pueblos como si fueran seres dotados de voluntad y sentimientos.

Y aun en el caso de que incurriéramos en esta humanización romántica de los territorios y en esta generalización totalitaria de las ciudadanía, atribuyéndoles sentimientos, ¿por qué puñetas Cataluña debe amar a España y ésta a Cataluña? Basta con que se respeten. Y no existe respeto cuando se vulneran los marcos constitucionales y democráticos de convivencia.

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