Tribuna Económica

Rogelio Velasco

Inflación negativa

EL INE publicó el lunes el indicador adelantado del IPC, que se redujo un 0,7% respecto de marzo del año pasado. A los economistas y a los responsables de la política económica, les preocupa que los precios se reduzcan con carácter general durante un periodo prolongado de tiempo, por las consecuencias negativas que depara sobre la actividad económica.

Las familias aplazan sus decisiones de compra, porque esperan poder comprar mas barato al caer los precios. La carga que representan sus deudas se eleva, al aumentar en términos reales las mismas debido a la reducción de precios. Las empresas difieren sus decisiones de inversión, por temor a una caída en el precio de los activos y en el consumo por parte de las familias de los bienes que producen.

Estos efectos negativos de la caída de precios no dependen solo de la intensidad y duración del proceso deflacionista. Dependen también de cuales sean los factores que estén provocando esa evolución negativa de los precios. En primer lugar, la gran caída del precio del petróleo, ha generado un efecto deflacionista generalizado en las economías occidentales. Durará, previsiblemente -si no hay conflictos bélicos en zonas sensibles- unos dos años, de acuerdo con los precios actuales en el mercado de futuros. Pero no es una causa estructural que vaya a durar siempre.

En segundo lugar, y para España en particular, parte de las familias y de las empresas han dejado de posponer las decisiones de compra. El INE publicó ayer el índice de comercio minorista del mes de febrero, que ha aumentado un 2,7% respecto del mismo mes del año anterior. Por su parte, la inversión en bienes de equipo de las empresas también presenta tasas positivas en los primeros meses de año.

El aumento de estas variables reales, a pesar de la deflación, es explicable. En primer lugar, se esta creando empleo, aunque sea de escasa calidad y temporal. Pero está suministrando una renta a decenas de miles de familias de la que carecían hace unos meses. El incremento del consumo de las familias se esta materializando no sólo en bienes perecederos -alimentación, bebidas-, sino también en bienes duraderos -equipamiento del hogar, automóviles- que se han visto afectados con particular dureza por la gran recesión.

Por su parte, después de siete años de crisis, las empresas han pospuesto durante demasiado tiempo la renovación de equipos y de software. Este proceso de renovación se esta produciendo, impulsando la actividad, tanto de bienes de equipo como de bienes de consumo duradero.

Al mismo tiempo, las empresas están satisfaciendo esa mayor demanda a precios constantes o decrecientes, porque la contención salarial y el aumento de la productividad, están provocando una reducción continuada de los costes laborales unitarios y, en consecuencia, de los costes de producción.

Estos factores explican, por un lado, la deflación y, por otro, el aumento de la actividad real de la economía. Es una deflación buena -provocada por el aumento de la productividad- frente a lo que se seria una deflación mala provocada por la debilidad de la demanda. No estamos ante un problema grave y duradero de la economía española.

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