Isabel Preysler pierde la guerra con Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa ingresa en la Academia Francesa / Europa Press

12 de febrero 2023 - 04:00

ISABEL Preysler ha sido una de las mejores marcas del país, unipersonal, pero marca en sí misma. Muy bien dirigida por su propietaria y protagonista, ha sido un producto mediático y comercial exitoso que ha vendido como discreto lo que, sin embargo, ha sido la exposición pública de una vida. O de la espuma de una vida, de glamour, estilo y sobresalientes maridos y parejas. Hasta que dio con Marito, aquel joven esposo y sobrino de Julia Urquidi, convertido al cabo de los años en Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura.

La marca del literato hispanoperuano se la labró con bastante esfuerzo. No era rico cuando se marchó a París, sino todo lo contrario, se hizo escritor con dolor, sufrió para definir un estilo y practicó el estajonivismo en una obra cumbre de la literatura mundial, Conversación en la Catedral. Aquella admiración sin límites por la gran novela francesa, por Flaubert, Victor Hugo, Sartre y Camus le ha valido un mérito inédito, entrar en la Academia Francesa sin escribir en su idioma, sino en español. Ha roto el techo de cristal del chovinismo galo, el peruano de Arequipa ya es uno de sus inmortales.

Isabel Preysler, en un acto que malogra la marca, llama al Hola para quejarse de que Mario no es un caballero del todo, que se estuvo metiendo con una de sus hijas en el cuento Los vientos, un relato premonitorio que protagoniza un viejo decrépito que se arrepiente de haber dejado a su anterior esposa por un capricho de su pichula. A ver, esto es insuperable. Desde el puñetazo que le pegó a Gabriel García Márquez una noche de cine en la ciudad de México sabemos que las vidas amorosas de los escritores dan para tanto como los argumentos inventados de Pantaleón y las visitadoras o Travesuras de una niña mala. O La tía Julia y el escribidor, que no es imaginación, sino el relato real de su primer matrimonio con su tía Julia.

La obra de Vargas Llosa rebosa de novelas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos, pero también le acompaña el mérito de haber denunciado, casi en solitario en el gremio de intelectuales, los peligros y desmanes del populismo en América Latina. El boom de los años sesenta estaba enamorado de Fidel Castro. Carlos Granés tiene escrito un brillante ensayo, Delirio americano, donde sostiene que el populismo nace en ese continente y de la mano de los modernistas y románticos. Es la misma tesis que, de modo novelado, Vargas Llosa dejó contado en La guerra del fin del mundo.

Verán, ante tamaño coloso, las quejas de la Preysler, son eso, quejitas, impropia de la dueña de tan noble marca.

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