jULIÁN AGUILAR GARCÍA

Abogado

Leyes sin principio

Necesitamos no sólo mayorías, sino también principios y valores comunes

Mientras escribo estamos a la espera de restricciones adicionales a la movilidad para -dicen- contribuir a controlar la expansión del coronaleches, de mayores incrementos fiscales (¡esa ministra diciendo que no se puede bajar el IVA de las mascarillas por normativa europea cuando otros países sí lo han reducido! ¡esa ministra sugiriendo subir el IVA de los libros porque, total, como sólo los ricos leen, por qué no condenar a los no tan ricos a no poder leer!), etcétera.

Antes, las leyes solían estar bien escritas (lo que no es una virtud menor cuando hay que interpretarlas y aplicarlas), eran escasas, fruto de reflexión y trabajo de expertos y respondían a principios. Ahora suelen estar pedestremente redactadas, ser legión y resultado de la improvisación de imperitos ideologizados. Y sólo deben responder a criterios de legalidad formal. Esto es: que la ley sea aprobada por la mayoría correspondiente o el decreto promulgado por quien tenga competencia para ello y poco más.

El tema es complejo. Por supuesto, las leyes deben ser obligatorias para todos, nos gusten o no. En caso contrario, la convivencia sería imposible y la sociedad se convertiría en una jungla, en vez de en el famoso Estado democrático y de Derecho. Pero dado que el único principio al que el gobernante o legislador (distingo entre ellos por inercia histórica pese a la cuasi indiferenciación práctica actual en España) debe someterse es al de tener la mayoría de votos, los riesgos no son menores.

Permítanme lo que sólo es un ejemplo. Tradicionalmente, matrimonio sólo lo era el de un hombre y una mujer. Hace unos años se aprobó una ley según la cual cabía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y ello porque el Gobierno que lo impulsó y la mayoría parlamentaria que lo aprobó consideraron que era un avance social o sospecharon que era el sentir de la mayoría de la población o acaso simplemente para ganar votos. Lo que fuera. No lo juzgo, en este momento. Pero, ¿qué impediría que otro gobierno impulsara y otra mayoría parlamentaria aprobara la poligamia? Al fin y al cabo, existe en otros países y es coherente con las tradiciones musulmanas o -menos frecuentes en España- de los mormones, por ejemplo. ¿Por qué no la poliandria? ¿Y por qué no el matrimonio múltiple, en pandilla, sin que el sexo, hoy género, de los distintos contrayentes sea relevante? ¿Por qué no el matrimonio con animales? Si creen que es absurdo, que esto es una barbaridad que no se le ocurriría a nadie, recuerden que ya un caballo ocupó (se non è vero…) un alto cargo público en una de las sociedades mejor organizadas que en la Historia han existido. Y que hoy podemos matar a niños aún no nacidos o a personas más o menos enfermas, en distintos países de la antaño civilizada Europa, pero dar un cachete a un perro puede ser delito.

Volveremos sobre el tema, impopular y difícil. Pero necesitamos no sólo mayorías sino también principios y valores comunes que trasciendan a los tiempos y a los políticos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios