La lluvia en Sevilla

Limpieza

Eso son para algunos, “mierda”, las personas que no tienen casa

No es por contrariarles con mi opinión impopular y a contramano; con honestidad digo que la limpieza aquí es manifiestamente mejorable, pero no el acabose. Sin salir de Europa, se me ocurren decenas de ciudades que, en mugre, nos aventajan. Sí veo que la cosa va por barrios, que hay días señalaítos en los que rebosan las bolsas, y que hay una línea roja en que no haya ni una sola fuera del contenedor. Veo zonas por desbrozar que son un foco de insalubridad, cucarachas en noches de canícula, ratas cruzándome el pánico por la ribera, cristales en el río dignos de versos de T.S. Eliot. Cierto, no es poca cosa, y he dado cuenta de todo ello en sucesivos artículos. Pero también veo –sigo– a ejércitos de máquinas barredoras detrás del último beduino o músico de la virgen, tratamientos contra las lágrimas de cera, al camión de la lluvia (Fernando Beltrán dixit), a operarios currando y a vecinas que limpian la puerta de su casa o comercio. Frente a esos que necesitarían a uno detrás, recogiéndoles gargajos, meadas, colillas, mojones de sus perros; están quienes, desde siempre y hasta ahora, respetan y cuidan, y piden respeto y cuidado para lo que es común. Hace poco, falleció mi vecina del bajo, y consuela ver que no les falta agua a las macetas que dejó en la ventana, a pie de calle. Eso tan chico lo hace alguien, y cambia el mundo.

En el uso término limpieza, tan salubre y positivo, están quienes se les va la olla y la mano, lo emponzoñan y extreman a su ideal, indeseable y peligroso, de asepsia y limpieza social. Lo pensaba mientras revisionaba The Deuce, que va de cómo en Nueva York “limpiaron” Times Square de prostitutas, negratas (sic), mendigos y saunas homo para revalorizar la zona, ponerla al servicio del negocio inmobiliario y convertirla en grandes hoteles, pantallas gigantes, selfis. Los “barrieron” de sitio invisibilizándolos. Y lo pensaba a propósito de una información en este su Diario de Luis Lastra, a quien sigo con gusto. Titulaba así: El hostal donde se alojó “toda la mierda de Sevilla” durante el confinamiento. En el confinamiento, el Ayuntamiento buscó cobijo a 120 sin techo en un hostal, a cuyos responsables la Fiscalía pide año y medio de cárcel por explotar a varios de ellos. Los encausados se justificaron diciendo que el Ayuntamiento les había mandado a “toda la mierda de Sevilla”. Eso son para algunos, “mierda”, las personas que no tienen casa. En la famosa lona del odio, una mano con la bandera nacional por pulsera (España son ellos, no Aub, Zambrano, Chaves Nogales, Pardo Bazán o Galdós) arroja a la basura, entre otros, los símbolos feminista o LGTBI. Como una gran nube de humo procedente de los incendios en Canadá, una noción deshumanizada y vil del prójimo pudre el ambiente. Y lo llaman “limpieza”

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