La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Realizaremos un paseo por el casco antiguo de Sevilla para localizar los magnolios que se hallan en diferentes plazas hasta llegar a la de la Concordia. Comenzamos en la plaza-salón del Museo, una de las más hermosas de la ciudad, mostrándose como un pequeño paraíso artístico-botánico presidido por una estatua broncínea de Murillo junto a los muros del primitivo Convento de la Merced Calzada y actual Museo de Bellas Artes. Nos deleitan el egregio magnolio en la recoleta rotonda sur, las jacarandas, las altivas palmeras datileras, sus aromatizantes naranjos, árboles de Júpiter y los dos ficus australianos de Bahía Moretón que engrandecen el lugar.
Arribamos a la Plaza de la Magdalena, que nos recuerda los derribos sufridos a lo largo del tiempo como la Iglesia de la Magdalena, los hoteles Madrid y París, y diversos palacios. En una reciente remodelación, el romántico paseo de salón decimonónico se transforma en una insulsa plataforma única. Al menos, ocho brillantes magnolios escoltados por naranjos y tres cocos plumosos arropan a una exquisita fuente erigida en 1844 con elementos de pilares del Hospital de la Misericordia y de la Alameda de Hércules. La fontana está coronada por una delicada figura de Calíope proveniente del Museo de Bellas Artes, musa griega de la elocuencia y la poesía épica que sigue invocando a los cielos que no se malogren más sus dominios.
Llegamos al Duque, donde la casa ducal de Medina Sidonia elimina en el siglo XVI el caserío medieval y abre un nuevo ensanche. El asistente José Manuel Arjona promueve una profunda reforma en 1828, surgiendo una plaza-salón que será testigo de las demoliciones de la Iglesia de San Miguel; los palacios del marqués de Palomares, los Sánchez Dalp y Cavaleri, así como el Hotel Venecia. Un espléndido magnolio, una añosa palmera datilera, árboles de Júpiter, almeces y fresnos alivian el eterno suspiro del que fue enclave señorial de la urbe.
Finalizamos el recorrido acercándonos a la desconcertante Plaza de la Concordia, en la cual podíamos disfrutar de nueve magnolios frente a la portada principal del antiguo Colegio de San Hermenegildo, de los que sólo uno se mantiene en pie. El resto de la arboleda con altivas tipuanas permanece en buen estado, siendo irrigadas todas las plantas de la plaza por un sistema automático de tuberías. San Hermenegildo se encuentra en obras desde el pasado verano, y la muerte de estos magnolios coincide en el tiempo con dichas reformas. Nada parecido ha ocurrido en otros lugares en el mismo periodo y tampoco en la cercana plazuela de la Gavidia, donde continúan presentes sus siete magnolios. ¿Qué ha sucedido? Se repondrán nuevos ejemplares probablemente, pero eso no compensará la muerte innecesaria de ocho árboles maduros ni asegura la supervivencia de los jóvenes plantados. Amemos a las plantas por sí mismas y no como floreros que se pueden usar y tirar, pues contribuyen a vivificar el alma y el cuerpo de las frías y distantes ciudades modernas.
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