Fue en Heliópolis hace un cuarto de siglo cuando se implantó aquella boutade de cubrir con muñecos pintados en una inmensa lona las tribunas de gol. Una cortesía del Corte Inglés con la que paliar lo que se pudo la ausencia de público en las localidades sin asiento. Y es que para aquel entonces ya estaba en vigor la normativa de todos sentados y el Betis, como todos, estaba inmerso en la adaptación de su estadio para el nuevo orden.

Las competiciones domésticas se celebraban sin problemas, pero los organismos internacionales no aceptaban que hubiese público de pie. Y en febrero de 1993 se jugó en un estadio que aún conservaba su nombre de Benito Villamarín un España-Lituania con esa decoración pictórica en las tribunas de gol. Una medida que movió a la jocosidad y a la que le sacó punta Javier Clemente mediante echar mano de su faceta más sarcástica y ya no se volvió a esa fórmula.

Era aquello del semiestadio enmudecido algo que va a duplicarse en cuanto vuelva el fútbol. Pero ahí andan buscando fórmulas de interactuación que no se sabe a qué derivarán ni si moverán a la mofa como en aquel España-Lituania. Y como este tiempo de pandemia tiene su cara buena en que se agudiza el ingenio, sobre todo de los ingeniosos, una empresa de Barcelona -la pela es la pela- está intentando rentabilizar la ausencia de público mediante recreaciones virtuales.

La ola, el ondear de banderas y hasta una pañolada al árbitro o al palco podrían suceder en un partido a puerta cerrada. Todo orquestado desde las múltiples salas de estar de la piel de toro. Serían acciones virtuales creadas por aficionados reales y la verdad es que ni zorra idea de cómo se come eso, pero lo cierto es que la imagen del Dortmund-Schalke del pasado sábado está dando que pensar. Tanto que se busca la manera de cómo paliar la ausencia de espectadores.