La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
PARA pocas personas el año nuevo supondrá tanta vida nueva como para la corresponsal de TVE María Oña, que se traslada desde Lisboa hasta Río de Janeiro. Así sí da gusto empezar a llenar las páginas de la agenda en blanco. Río de Janeiro, casi nada. Continente nuevo, caras nuevas, oficina nueva, rutinas nuevas y nuevos compañeros. Una casa nueva en un barrio nuevo de una ciudad nueva para empezar el año con buen pie. Y no en una ciudad cualquiera. En la ciudad olímpica, el sitio de moda, el entorno donde se puede encontrar la mejor música del mundo, porque el lugar ya es música. Con la ventaja añadida de conocer el idioma al haber estado tanto tiempo en Portugal.
Pocos profesionales habrán podido celebrar el año nuevo brindando por deseos inéditos como debe haberlo hecho María Oña, por lo demás, una comunicadora curtida y eficiente que, además de las tablas que demuestra día a día, es una persona con las ideas claras, las miras muy abiertas y que tiene la sensatez y la sensibilidad por bandera. Lo pude comprobar en las distancias cortas en uno de los cursos de la Complutense en El Escorial, adonde María Oña concurrió para debatir sobre asuntos concernientes a las mujeres comunicadoras. Pero pronto, como sucede con los vasos comunicantes de la vida, cuando ésta es de verdad, salieron a relucir aspectos que a todos nos atañen. Y ahí estuvo María Oña para reivindicarlos. Quienes no nos movemos de nuestro sitio no dejamos de verla con cierta envidia. Se hace difícil hablar de cambios, de nuevos propósitos, cuando a tu alrededor no se mueve ni un pelo, cuando tienes que seguir haciendo, viendo y soportando lo mismo. Al menos alegra que buena gente como Oña lo pueda vivir en sus propias carnes.
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