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Mercados y supermercados

Los mercados de abastos se pusieron al día, con puestos más variados. Y recuperaron su sitio

Aún recuerdo el momento en que se abrieron en Sevilla los primeros supermercados en José de Velilla y Blanca de los Ríos. No lejos de Ochoa, La Española, La Colonial y Mantequerías Leonesas. Otro mundo. Era la llegada de la modernidad, se cogían los paquetes directamente de los estantes y se ponían en unas cestillas flexibles. Eran higiénicos, todo bien envasado, sin manipulaciones y una sola vez en la cola para pagar. Olían bien, estaban limpios y contrastaban con algunos mercados de abastos de aquellos años que se caían a pedazos. Ya desde el primer momento tenían esos supermercados unos horarios más amplios que los mercados. Claro que seguían existiendo las pequeñas tiendas de desavíos que cerraban tarde, para adaptarse a los jornales diarios que llegaba a las casas al final del día y había que salir en ese momento a comprar en pequeñas cantidades el azúcar y el café en paquetitos de papel de estraza con dobleces dignos de las mejores pajaritas de papel. Y alguna otra cosa que solo se podía comprar día a día, como el pan de la cena o el desayuno.

Más tarde los supermercados se generalizaron y los había por todas partes. Dejaron de ser modélicos, con un olor peculiar y de nuevo el gran comercio se reinventó con los hipermercados que estaban en las afueras y que vendían de todo y a los que se iba una vez a la semana o una o dos veces al mes. Mejor surtidos y más nuevos. Se podía ir en coche y llegar con las bolsas cargadas hasta el ascensor del piso. Y se notaban los momentos del año en las promociones: material escolar, trajes de baño, juguetes, productos especiales para las fiestas navideñas, etc… El abandono del comercio tradicional y comprar en los híper fue un hábito que se adaptaba a los nuevos tiempos. En vez de montarse en coche e ir con la familia a comer en el campo la tortilla y los filetes empanados, pasábamos la mañana del fin de semana en los hipermercados. ¡Cómo mejoramos!

Claro que todo tiene una vuelta más. Y las empresas de supermercados e hipermercados, seleccionaron al público por ofertas, marcas blancas y otras estrategias, hasta que se dieron cuenta de que debían abrir pequeñas tiendas en el barrio, con servicio diario y horario extenso, hasta veinticuatro horas, para recoger desavíos, caprichos, fiambres y pan para bocadillos, hielos y bebidas para la botellona y hasta preservativos. Afortunadamente los mercados de abastos se pusieron al día, con puestos más variados, desde zapateros remendones hasta locales para tomar unas ostras con cava o champagne, caracoles o pescado frito y pastelería selecta. Y recuperaron su sitio. Ya cubren la compra diaria, la del fin de semana y la copa del fin de jornada y de reuniones familiares en sus restaurantes y bares. Y se abrieron al servicio a domicilio generalizado en los supermercados. Ahora estudian que sus clientes puedan comprar on line. Un paso más en la buena dirección, en mi opinión. ¡Hay que ver la de cosas que nos ha enseñado el confinamiento de la pandemia!

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