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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Morancos, sabiduría del Tardón

La frase del padre deCésar y Jorge Cadaval es sabiduría del Tardón enseñada por la vida

Van Los Morancos al programa Elhormiguero y sueltan esta sentencia: "Nuestro padre decía que no hay que trabajar las penas". Vale la frase por un libro de muchas páginas, si no por una biblioteca entera. ¡Qué dados somos a trabajar las penas, mimarlas, engordarlas, vestirlas de rencores contra los demás y contra la vida, armarlas de envidia para que muerdan y convertirlas en justificación de acritudes! No se trata de olvidar el dolor propio o de los demás, sino de afrontarlo sin revolcarnos en él. Pero basta. Por mucho que escriba no se puede decir mejor que con la concisa expresión del padre de Los Morancos: no hay que trabajar las penas.

Grandeza de la sabiduría popular que ha alimentado parte de lo mejor de nuestra cultura y se está perdiendo, si no se ha perdido ya. Está -o estaba- enseñada por la experiencia en las aulas de esa educadora que es la vida de los seres humanos comunes. Se transmite -o transmitía- oralmente, de padres a hijos o de abuelos a nietos. Su cristalización es el refrán. Según la lingüista y pedagoga Juliana Panizo, "esta ciencia natural, hija del transcurso de los tiempos y de la más constante observación de los fenómenos que se resuelven al lado del hombre en el orden intelectual, religioso y material se ha conocido con los nombres de Evangelios chicos, Filosofía vulgar, Sabiduría popular, debido al cúmulo considerable de verdades prácticas que en sí atesora la totalidad de dichas sentencias y a la fórmula breve y gráfica con que de ordinario son enunciados".

Esta sabiduría popular ha nutrido la obra de grandes escritores españoles, desde el Arcipreste de Hita o Fernando de Rojas hasta hoy, y especialmente la del más grande todos, Cervantes. Unamuno inventó una palabra, recogida por la Real Academia, para expresar -como define la propia RAE- esta "vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible". Esta palabra es intrahistoria y don Miguel, en su En torno al casticismo, la definió así: "Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentida que se suele ir a buscar en el pasado enterrado en libros y papeles y monumentos y piedras". Todo esto se resume en la frase del padre de César y Jorge Cadaval, sabiduría del Tardón enseñada por la vida. Ojalá no se pierda nunca.

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