Fátima Díaz

Muerte en su tinta

Bicheo por la TDT

01 de febrero 2014 - 01:00

QUIEN más, quien menos, todo tenemos algún oscuro secreto enterrado. O que nos gustaría enterrar a cien metros bajo tierra en una caja fuerte de seguridad y luego tirar la llave. Lo malo es cuando hay algo que nos lo recuerda constantemente. Si el recordatorio va impreso en la piel, ya ni les cuento. De esto va precisamente Pesadillas en su tinta (Tattoo Nightmares), que el canal Xplora oferta en su parrilla con bastante éxito de audiencia. En Estados Unidos el programa lleva ya dos temporadas ayudando a la gente a librarse de las aberraciones en tinta que se dejaron perpetrar en el pasado.

Malos tatuajes y malas decisiones que tienen solución pasando por el estudio de Tommy Helm, Big Gus y Jasmine Rodríguez, los maestros del llamado cover up. Estos tres tatuadores se enfrentan diariamente a las historias más deshonrosas de sus clientes (sin tener, por otra parte, ningún miramiento a la hora de reírse en sus caras) y al final consiguen transformar un pésimo tatuaje en una obra de arte. Que vuelvan a confiar en alguien con una aguja en la mano es ya de por sí un reto. De hecho, no se trata sólo de rehacer (cubrir) un tatuaje. El trabajo de estos tres artistas trasciende mucho más: significa tapar, borrar, hacer desaparecer el recuerdo de una historia que abochorna y/o duele (en algunos casos hasta traumatiza) a las personas que piden su ayuda. Para algunos deshacerse de esas pesadillas supone un punto de inflexión en sus vidas.

Entiéndanme, para muchos no es únicamente el conejito de Playboy que se tatuaron en una monumental borrachera. O el 'Love forever' que duró un fin de semana, pero avergüenza desde hace meses. Llegados a este punto, lo peor es que un desalmado se cebara con tu piel pintándote un mojón sin pies ni cabeza. Lo peor, por tanto, son los errores de los malos tatuadores. Subsanar la sangría supone que quede un tatuaje de proporciones aún más faraónicas que el anterior pero, al menos, estético. La pena es que ensombrezcan este bonito proceso artístico añadiendo historias personales -la mayoría de veces surrealistas- al programa. Para colmo las recrean figuradamente. Algunas parecen haber salido directamente de la mente de algún guionista. Como siempre, la duda : ¿un excelente trabajo de cásting o la guionización se les ha ido de las manos?

No puede ser casualidad que 1000 maneras de morir se emita en Estados Unidos justo después en la misma cadena, Spike. Sí es cierto que comparten equipo de producción. Pero también filosofía cutre y esa mezcla de realidad y ficción que no sabemos bien dónde empieza una y acaba la otra. Realidad ficcionada la podríamos llamar. Desde luego, alguno preferiría morirse antes de cargar un día más con ese horrible tatuaje.

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