Olona, prueba superada

Si Macarena Olona hubiera entrado al trapo, el éxito de la jugada hubiese quedado asegurado

Hace unos días, en estas mismas páginas, Enrique García-Máiquez clavó las posibles consecuencias de la frustrada maniobra de apartamiento de Macarena Olona de la candidatura a la presidencia de la Junta de Andalucía por un procedimiento tan torticero como estúpido. No hay que conocer mucho a la diputada de Vox para saber que a ella, abogado del Estado y con un conocimiento de las leyes que, además de su implacable verbo, la hace temible en el Congreso, no la iban a coger en semejante renuncio. Hoy, confirmada Olona en sus derechos, es la alcaldesa de Salobreña, tal vez empujada al harakiri por su candidato declinante y enchufista, la que se enfrenta a una fundamentada denuncia por prevaricación, delito electoral y vulneración de derechos.

El episodio interesa, además de por su resultado, por su aleccionador desarrollo. Todo comienza con una noticia falsa de la SER -esa máquina de sectarismo- que se apoya en unas declaraciones inventadas del portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Salobreña, inmediatamente desmentidas por el interesado. A continuación, cumpliendo un guion mil veces repetido, la jauría televisiva se lanza sobre la presa, crea el escándalo en la opinión y pone en bandeja a la muy necesitada Teresa Rodríguez el filón mediático de defensora corralera de una presuntamente ofendida dignidad de los andaluces -y las andaluzas-. Si Macarena Olona hubiera entrado al trapo, el éxito de la jugada hubiese quedado asegurado y establecido el apetecido paralelismo entre ellas, mientras Moreno y Espadas, en su Olimpo bipartidista, afectaban indiferencia. Afortunadamente, a la vista de la reacción del respetable, hay que concluir que Andalucía hoy es ya otra de la que parecía destinada a eterna comparsa de señoras intensas y vacías, a lo Susana Díaz.

Desde hace mucho tiempo el PSOE no es más que un partido de vividores, comisionistas y covachuelistas, hábiles en triquiñuelas y en eludir la acción de la justicia merced a la connivencia de los poderes públicos. Bien lo sabe el PP que ha sufrido lo infinito en las largas décadas de régimen socioandaluz. Por eso resulta tan incomprensible para buena parte de sus bases y su electorado la proclividad de Moreno Bonilla a entenderse bajo cuerda con un candidato que, él sí, debiera estar inhabilitado, como moralmente de hecho lo está, por el tipo de corrupción que ha hecho de Andalucía el cortijo que toda España sabe. Pero eso es otra cuestión que merece capítulo aparte.

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