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Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

El PSOE entrará en crisis, pero no morirá

Pedro Sánchez en un acto electoral en Lugo.

Pedro Sánchez en un acto electoral en Lugo. / EFE

CUANDO el último Gobierno de Felipe González languidecía en una legislatura que se había transformado en un calvario por los casos de corrupción –había entrado en prisión el gobernador del Banco de España y estaba fugado el director de la Guardia Civil–, el líder nacionalista Javier Arzallus le dio el siguiente consejo a José María Benegas, socialista, pero vasco como él: “Txiqui, los gobiernos pasan, los partidos permanecen, eso es lo importante”. Las dos formaciones más antiguas del país son el PSOE y el PNV, ambas saben de derrotas, divisiones y victorias.

Desde el año 1996, cuando González perdió aquellas elecciones postreras, el PSOE se ha recompuesto en cuatro ocasiones, y si Alberto Núñez Feijóo lograse formar Gobierno con los resultados de hoy, el PSOE estaría abocado a una refundación en una situación de vacío institucional que, sin embargo, no ha sufrido con tanta intensidad como ahora. Sin barones ni feudos –sólo retiene Asturias y Castila-La Mancha– y sin las grandes villas, carece de referentes claros, la crisis comenzará la misma noche, las provincias estallarán y entrará en una situación crítica, pero no letal.

Para el PSOE, como para el PP, el mayor peligro para su existencia se produjo con la creación de los dos nuevos partidos que surgieron a partir de 2015, Podemos y Ciudadanos, como alternativa a sustituir al bipartidismo por otros dos protagonistas, pero el viejo eje español ha salido vivo de la nueva política, esto no ha sido ni Italia ni Francia.

A pesar de las crisis a la que se enfrenta, el PSOE tendrá reservado el gran espacio electoral de la socialdemocracia europea, aunque como organización se parece más a una nuez sin carne que a un reloj. En cierto modo, Pedro Sánchez ha sido fruto de Podemos, un líder que se declaró en rebeldía contra su dirección y que encontró el favor de una militancia que compró aquel lema de Pablo Iglesias: “PSOE, PP, la misma mierda es”. Si cae, que aún está por ver –saldremos de duda esta noche–, lo habrá hecho por sus alianzas políticas podemizadas, por su radicalización. No por la economía ni por su gestión.

Desde que José Borrell importó las primarias, el PSOE no ha sabido cómo compensar el cesarismo inherente a este sistema de elección de líderes que ya no tiene vuelta atrás, porque la militancia no lo admitiría, pero que necesita democratizarse, con direcciones más plurales donde no se juegue todo a las virtudes, defectos o caprichos de una única persona. El PSOE tiene tiempo para pensar y recomponerse porque no habrá elecciones importantes hasta dentro de tres años.

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