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Cuchillo sin filo

francisco Correal

Pirineo

HAY sitios en los que sólo estuve un par de días y no necesito volver porque administro muy bien el recuerdo de esas visitas. Me pasa con La Habana, con Copenhague o con Assuán, en la ribera del Nilo. A La Habana fui con Miguel de la Quadra Salcedo en el barco Guanahaní; a Copenhague con el Betis que entrenaba Luis Aragonés; en Assuán estuve con mis ahorros del 87. En ese atlas de estancias cortas y recuerdos largos tengo que incluir a Aínsa.

Hace justamente 41 años que estuve en ese pueblo del Pirineo Aragonés. Kiko Veneno, que ha cantado alguna vez en ese idílico paraje fronterizo, debe pensar que yo nací o me crié allí por las veces que le menciono ese viaje. Es uno de los dos lugares de los que más he hablado con el juglar de los superhéroes de barrio. El otro es La Roda, no la cuna del rockero Silvio que es limítrofe entre Málaga y Sevilla, sino La Roda de Albacete donde cantó Kiko y en la que Zinedine Zidane dirigió por última vez al filial antes de fichar por el Madrid.

Yo no fui a Aínsa a cantar ni a jugar al fútbol. Viajamos en un microbús cuyos pasajeros éramos la mitad periodistas o aspirantes a serlo y la mitad enfermeras. Dos gremios, dos delegaciones que representaban el oficio de los novios que iban a contraer matrimonio en ese pueblo de la provincia de Huesca. El novio se llama Joan Cantavella, en esa época dirigía un periódico en Menorca y con los años se convirtió en profesor y especialista en el género de la entrevista. Yo estaba en primero de carrera, abril del 75, primer aniversario de la revolución de los claveles. De aquel viaje salió más de un romance entre periodista y enfermera, síntesis saludable para las jaquecas e indisposiciones.

Fuimos a Aínsa todos los inquilinos de la residencia de estudiantes de Periodismo que dirigía el cura y periodista donostiarra Manuel de Unciti. Todos menos Curro, un malagueño que se quedó en Madrid porque tenía exámenes. Al regreso, fue él quien me dio la noticia de que tal día como hoy de 1975 había nacido mi hermano Mario. Brindamos con cola-cao y champán. Fui padrino de su bautizo. Joan Cantavella, el novio de Aínsa, ya es abuelo. Mi hermano Mario construyó un árbol familiar con una cordobesa que nació dos días antes que él. Los dos días que estuve en La Habana, Copenhague, Assuán y Aínsa. Un árbol con dos ramas llamadas Marta y Javier. Marta nació la semana que le dieron a Vargas Llosa el Nobel de Literatura. Buen año para los Marios.

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