OPORTUNIDAD pintiparada para darle vuelta a la moneda, para un quite con el que hacerse perdonar tantos devaneos como está prodigando el Sevilla en este curso. Cuando este domingo vaya tomando sabor de lunes aparecerá por la bocana de vestuarios el Realísimo y eso imprime carácter. Un Sevilla-Madrid tiene de toda la vida un sabor especial y un colorido que lo hace distinto a cuantas confrontaciones le ofrece la Liga a Sevilla.

Aunque en la actualidad duplica los puntos del Sevilla en la tabla, se trata de un partido diferente. Aun viviendo en galaxias distintas, en el sevillismo subyace una inquina indudable hacia el gran coloso, de ahí que nunca parta el Sevilla en estos partidos con la vitola de víctima más o menos propicia. Las veces que David pudo con Goliath se dio repetidamente en los anales de la Liga sin necesidad de recordar cómo Marcelo Campanal hacía la raya ante Di Stéfano y la compaña.

Comparecerá hoy el Realísimo con bajas de calado y sin ese portero que raya en lo milagroso que atiende por Keylor Navas, pero es el líder de la competición. Y espera un Sevilla que, imagino, tendrá ganas de hacerse perdonar una trayectoria dubitativa y no acorde con las expectativas creadas cuando este verano tiró de chequera para diseñar un plantel lujosísimo. Y ahora, perdido en la zona de nadie de la Liga y casi fuera de la Champions, el Madrid bien pudiera ser balsámico.

¿Qué Banega veremos o cuándo aparecerá el Llorente de San Mamés? son ecuaciones a resolver para que nos encontremos con un Sevilla mejor, con el Sevilla que su gente, tan acostumbrada ya a los días de vino y rosas, espera. Que el argentino recobre la batuta que no encontró el martes y que el gigante riojano vuelva por donde solía se antojan premisas indispensables para que esta cita con el gran coloso rompa en un quite del perdón tan anhelado como conveniente.