La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Recordar es una forma de resistir

Sé que nada sirve de nada, porque los sevillanos son los verdugos pasivos de la ciudad

E L otoño sevillano es otra nostalgia de una hermosura perdida, terminaba ayer a propósito de este salto que nos ha llevado de un verano prolongado hasta finales de octubre a un invierno que se nos ha echado encima como un apache [recuerden lo que le responde John Wayne a Henry Fonda cuando le dice que cree haber visto unos apaches: "Si los ha visto, no son apaches"]. Y citaba otras bellezas perdidas, mucho más perdidas -derribadas, degradadas- de esta ciudad. El otoño, aún devorado por un octubre tan pegajoso y resudado como las sábanas cuando baja la fiebre, por lo menos nos ofrece brotes tan hermosos como el quieto y dorado atardecer bizantino de ayer.

Citaba comercios, cines, teatros, librerías, pavimentos y confiterías. Podría añadir calles y plazas enteras. Unas fueron destruidas hace muchos años, otras hace poco y otras más ahora, mientras escribo. Sé que la mayoría de los sevillanos no los han conocido y no pueden echarlos de menos. Sé que a quienes los conocieron les importa un pimiento que los derribaran. Sé que se han desfigurado y se siguen desfigurando calles y plazas de Sevilla, y que a la mayoría les sigue importando tan poco como a sus papás les importó el derribo del mercado de la Encarnación (1848-1973), el isabelino San Fernando (1847-1973) o el regionalista Coliseo (1931-1975/79). Sé que recordar lo perdido y deplorar la destrucción del patrimonio de la ciudad en los terribles 60 y 70 no sirvió como lección para evitar los desmanes que se han perpetrado y se siguen perpetrando de la Alameda a las setas y de éstas a la Magdalena o Mateos Gago.

Sé que se pasa por reaccionario, nostálgico y cosas peores por decir hoy lo que era progresista decir cuando los alcaldes franquistas destruían Sevilla y los arquitectos gauche divine bizqueaban con "Bologna la rossa" (por su color y el PCI) o la carta del restauro del 72. Sé que nada sirve de nada, sobre todo porque los sevillanos, consintiendo, callando o aplaudiendo, son los verdugos pasivos de la ciudad. Pero mientras viva guardaré recuerdo dolido de lo tan bárbaramente destruido, seguiré pensando lo que entonces pensaba y ciscándome en cuanta barbaridad se haga y en quienes la perpetren, por mucho envoltorio progresista que le pongan a lo mismo que hicieron los franquistas (¡qué abrazo se dan el alcalde franquista y el socialista en Imagen y las setas!). Recordar es una forma de resistir.

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