el periscopio

León / Lasa

Refugiados económicos

Si no estamos dispuestos a compartir la riqueza con los menos favorecidos, es una hipocresía llorar su tragedia

30 de agosto 2015 - 01:00

NUESTRA reacción ante esas noticias suele ser parecida: pena, compasión, queja y una especie de pregunta retórica: ¿cómo es posible que "eso" siga ocurriendo sin que "nadie" haga nada? Los titulares de esta semana son especialmente llamativos, aunque no muy diferentes de los que podían verse hace un par de meses: setenta inmigrantes mueren asfixiados en el interior de un camión en Austria; Hungría se ve desbordada por miles de refugiados procedentes de Oriente Próximo, pero también de lugares como Afganistán o la India; o, más cercano, un barco -otro más- de emigrantes se hunde en el Mediterráneo, frente a las costas de Libia. El tratamiento que se da a estas noticias, en la mayoría de las ocasiones, busca una empatía fácil con esos desgraciados, unas lágrimas de cocodrilo no demasiado duraderas y un levísimo toque de conciencia que no llegue, de ninguna forma, a incordiar nuestra apaciguada conciencia. A lo sumo, poner en marcha una fugaz campaña de ayuda, una cuenta corriente para hacer míseras donaciones o una payasada telemaratoniana. Porque detrás de esos dramas hay una cuestión muy simple que en Europa, en Norteamérica, no queremos ver: para que nosotros sigamos viviendo de la manera que acostumbramos, ellos tienen que vivir (y morir) como lo hacen.

Nuestra hipocresía, nuestro cinismo, y -quiero pensar- nuestra ignorancia es máxima. Dejando de lado el llamado "umbral de tolerancia" que toda sociedad tiene para integrar al otro, la cuestión no es ni más ni menos que la siguiente: ¿Estamos dispuestos a compartir nuestra riqueza, nuestro modo de vida, con aquellos menos favorecidos, dando por supuesto que, como la lógica de los números dicta, aquella cuota parte que nos corresponde disminuiría ostensiblemente? Si la respuesta es sí, pongámonos a ello de una vez. Si la respuesta, mientras alimentamos a nuestro perro con piensos vitaminados, es no, dejemos de poner cara de plañideras. El PIB per cápita español multiplica por cuatro o por cinco el argelino o el marroquí; y por diez el de los países del África subsahariana. Mientras esa brecha exista -y va a seguir existiendo y creciendo- la tragedia de la emigración va a continuar aumentando. Alemania espera, solamente este año, más de medio millón de refugiados económicos. Y partamos de un mantra que algunos repiten una y otra vez sin demasiado éxito: no nos engañemos, no hay suficientes recursos en el planeta como para que 7.000 millones de personas vivan como un europeo medio. Rasgarnos las vestiduras sin aceptar que la única solución posible sería compartir nuestros medios es de una hipocresía absoluta. Todos somos, de una manera u otra, responsables con nuestras acciones y, sobre todo, omisiones, responsables de esas muertes. Dejemos de llorarlas si no estamos dispuestos a renunciar a nada.

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