La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Nos congratulamos que una Real Academia Española (RAE) de la Lengua atenta al habla de la calle, recoja en el Diccionario de la lengua las voces de un idioma que hablan ya casi 495 millones de personas en el mundo, el segundo idioma más hablado en el planeta. Entre las nuevas palabras incorporadas a la actualización de dicho Diccionario de la lengua, algunos términos gastronómicos, veamos por la parte que nos toca más de cerca.
Entre los nuevos términos definidos por la RAE, nuestra querida “regañá”, que, por cierto, ya no debería de salir subrayada en rojo en el corrector de Word. Se define como: “Lámina pequeña y fina de pan crujiente”, hombre lo de fina según, porque se venden por ahí algunos paquetes de regañás tamaño abarca de filisteo o, como se dirá ahora, tamaño XXL.
En cualquier caso, el éxito reciente de la regañá, la ha hecho que muchos bares la incorporen en ese cestillo donde se nos sirve el pan y una bolsita de picos, por cierto, no hay acepción del pico gastronómica en dicho diccionario, siendo en nuestra tierra, anterior y más usado junto a las tapas que la regañá. Sin embargo si se ha aceptado la palabra colín, como (en su segunda acepción): “pieza de pan habitualmente cilíndrica, muy delgada y crujiente”, o sea, un pico canijo. Aquí lo de colín siempre se lo hemos escuchado a gentes del Norte, con un puntito de cursilería. Así que reivindico desde aquí una acepción culinaria para nuestro pico, y un ejemplo demostrativo: “empujas más que el pico de la ensaladilla”.
Seguimos con el Diccionario. No aparece tampoco la palabra “pringá”, alguien podrá decir que en realidad es que el término es una mala pronunciación sevillana (andaluza) de la palabra “pringada”, si buscamos ésta en la RAE pone: “Rebanada de pan empapada en pringue” y como pringue, nos dice en su primera acepción: “Grasa que suelta el tocino u otro alimento grasiento sometido a la acción del fuego”. Animo a la RAE a que adopte el terminó pringá como: “Plato tradicional elaborado con el tocino, las carnes y chacinas de un puchero o cocido de legumbres” (por ejemplo).
Me temo que los señores académicos han estado más atentos a términos de esa nueva cocina michelinizada (regalo, como Cela en su personaje de La Colmena, este nuevo término) más atenta a la cocina de vanguardia y a las redes sociales, con sus numerosos anglicismos y galicismos, que a nuestra cocina tradicional. Aquí van unos ejemplos de esas nuevas palabras incluidas en el Diccionario: “Baguette”, “gourmet” (me sorprende que esta no estuviese ya), “grisín” (italianismo) o “cookie”, que se recoge como palabra referida a la informática, pero también como “galleta”, aunque realmente nos solemos referir a cookie como galleta con trocitos de chocolate.
Ya puestos, algunas que se han quedado fuera también podrían haber entrado en el Diccionario, como muffin, o sea, magdalena de toda la vida, o esas pequeñas tartas, también con forma de magdalena, que se llaman cupcake, “tarta de taza” sería una traducción literal. Oscaricemos a estos cracks de nuestra lengua que fijan y dan esplendor al idioma, esperemos que todo esto no sea un postureo lingüístico para quedar modernitos y dejarnos un buen retrogusto.
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