Cambio de sentido

Sahara

La calima del Sahara embarra hasta las trancas a Pedro Sánchez

Semanas antes de la guerra, cuando Pedro Sánchez se postulaba, vía fotos promocionales, como actor imprescindible en Ucrania, a la altura de Macron o Biden, para preservar el orden mundial y no tolerar que ningún país trace nuevas fronteras por la fuerza de las armas, me adelanté a escribir que así de resuelto y gesticulante me gustaría verlo para resolver la situación del Sahara Occidental, con el que nuestro país tiene, como poco, la responsabilidad moral de procurar que se haga respetar la voluntad democrática del pueblo saharaui conforme a lo previsto por Naciones Unidas. En un artículo que publiqué el pasado 2 de febrero reclamaba al Gobierno de España una postura nítida sobre el Sahara Occidental. No sabía yo que nos la iba a dar de forma tan temprana y nefasta. El sábado pasado nos enteramos por Rabat -para más vergüenza de Moncloa- que Sánchez apoya que el Sahara pase a ser marroquí. (Por si alguien se pierde en este conflicto: en 1975, los saharauis eran ciudadanos españoles en vías de decidir su futuro descolonizado mediante un referéndum. Marruecos invadió su territorio y lo ocupa en gran parte, aunque su soberanía no está reconocida internacionalmente. Desde entonces, gran parte de la población vive en campos de refugiados. España se quitó literalmente del medio. Hasta ahora que, para redondear la faena, está dispuesta a reconocer la soberanía marroquí).

El Gobierno de España no ha resistido la presión alauí, esa democracia capaz de procurar una avalancha humana en la frontera con las personas más menesterosas en reacción a que un hospital de Logroño acogiera, enfermo de gravedad, al líder del Polisario, o capaz de reclamarnos a estas alturas la soberanía de Ceuta, Melilla y partes de las Canarias. La suerte parece echada desde que Trump reconoció la soberanía marroquí a cambio del establecimiento de relaciones diplomáticas de Marruecos con Israel. Los derechos humanos, civiles y políticos de un pueblo no son negociables, ni en Rabat ni el Moscú. La calima del Sahara embarra hasta las trancas a Pedro Sánchez. Me sumo a la lluvia de críticas y a la exigencia de explicaciones que de derecha a izquierda le han caído en estos días. El pueblo español no sabe ser hipócrita, ni volver la cara a un pueblo con el que nos unen estrechos vínculos, ni pedir respeto por el orden mundial según la parte del mundo y los intereses que se traten. Quienes nos representan ante el mundo deben estar a la altura.

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