TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Salvar al Cine Cervantes

Si no es rentable siempre se pueden dar pases de ‘Morena Clara’ para los turistas. Van a flipar

Una imagen del interior del Cervantes

Una imagen del interior del Cervantes / DS

NO soy yo de los que pueden derramar muchas lágrimas por el cierre del Cervantes. Al fin y al cabo, ya apenas voy al cine. Pero eso no significa que no lo considere como una gran pérdida. Tampoco ya subo a la Giralda y vería como un desastre cultural su conversión en un hotel de cinco estrellas. No en vano, en la Turris Fortissima vivió gente en tiempos pasados.

Lo cierto es que, en mis años estudiantiles, no hace tanto, me encantaban las películas y raro era el día que no iba a una sala: Corona Center, Alameda, Bécquer, Rialto, Avenida, Florida, Azul, Cristina, Palacio Central, Fantasio, Los Remedios, Emperador... casi parece que estoy recitando una lista de caídos en campaña (o ahogados en champaña, que diría mi coronel). De los mencionados sólo queda el Avenida, lo cual más que un signo inequívoco de la fugacidad del tiempo, debe verse como una muestra de la brutal pérdida de biodiversidad cultural que sufre la ciudad y, sobre todo, de la expulsión de los sevillanos de sus interiores y ambientes más peculiares.

Todas las grandes ciudades europeas se caracterizan no sólo por sus monumentos y edificios, por sus grandes plazas y sus amplias avenidas, sino también por unos interiores que son patrimonio histórico y sentimental: un bar con la barra gastada por los codos de generaciones de bebedores, el hall andariego de una estación de autobuses, una sastrería senatorial en la que impera un silencio de templo, una biblioteca como la que destrozaron hace ya años en la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, un cuchitril de desavío... son lugares algunas veces humildes o desastrados, otras rimbombantes y retóricos, pero todos forman parte del alma de la ciudad. Es evidente que la mayoría no pueden aguantar el paso del tiempo, las defunciones y herencias, los cambios de moda, la falta de rentabilidad, los cataclismos urbanísticos... La ciudad, ya se sabe, es un palimpsesto en el que las generaciones continuamente reescriben. Pero deberían existir algunos interiores que, al igual que los monumentos, se salvaguardasen tanto en su estética como en su uso. El Cervantes, cine cardenalicio por excelencia, es uno de ellos. Aunque sólo sea para ponerlo en las guías turísticas, que parece que es el único argumento que ahora se entiende.

Manuel J. Lombardo se preguntaba el miércoles en estas páginas si administraciones y empresarios podrían haber hecho algo más para mantener abierto el Cervantes. Muy probablemente sí y de manera satisfactoria tanto para la propiedad como para ciudadanos. De hecho, es probable que todavía se esté a tiempo. Es posible convertir al Cervantes en el centro de la cinefilia sevillana. Y si no es rentable siempre se pueden dar pases de Morena Clara para los turistas más cultos. Van a flipar.

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