La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Sanidad nos advierte de los camelos

Está bien que un ministerio nos alerte de quienes nos venden bienestar mental con métodos no probados científicamente Todos somos la madre de Jesús Nuestras fiestas amenazadas

Ejercicios de taichi al aire libre.

Ejercicios de taichi al aire libre. / M. G.

Ahora critican al Ministerio de Sanidad porque nos pone en guardia frente a las pseudoterapias. Cáspita, pues no está mal que un ministerio con tan escasas competencias nos alerte de posibles fraudes, nos avise de quién nos vende un crecepelo y, al fin, nos trate como adultos. Que nos digan la verdad sin maquillajes. A lo mejor lo hace ahora para distraernos de las epístolas de Begoña Gómez y de las andanzas de Koldo, su antiguo jefe Ábalos y la cuadrilla de los dos, pero no por ello deja de ser una acción con utilidad. No seamos malpensados por una vez. Cada ciudadano después es libre –no faltaba más– de seguir con el taichí o la aromaterapia, por poner solo dos ejemplos, al margen de la carencia de evidencias científicas sobre sus utilidades. En tiempos en que la mentira se presenta revestida de verdad y los motivadores andan sueltos y a sueldo, se agradece el intento de elaborar esta guía para aclarar si está usted pagando y perdiendo el tiempo en una práctica probada científicamente o si está ante un placebo en el mejor de los casos. En el Senado, donde el PP exhibe el músculo de la mayoría absoluta, hay dos ponencias que revelan, cuando menos, que se ha implantado por fin la cultura del cuidado de la salud en una parcela que resultaba inimaginable durante décadas. Una está dedicada a la salud mental y otra a la soledad no deseada. El Senado por una causa o por otra adquiere el protagonismo que nunca había tenido. La sociedad avanza con lentitud en muchos aspectos, pero siempre evoluciona.

El testimonio de famosos que han reconocido problemas en el ánimo, situaciones de saturación o fuertes episodios de estrés han ayudado a la siempre necesaria tarea de concienciación. Esos males existen, no deben ser estigmas y requieren tratamiento. El aumento de la esperanza de vida ha disparado la población de la Tercera Edad y, por lógica, ha generado nuevos retos en la sanidad y otras asistencias. Los vendedores de bienestar mental deben estar mirados con lupa. Bastaría con desconfiar de quienes nos ofrecen continuamente una localidad en el paraíso, pero somos débiles, nos crean la necesidad y acabamos picando en el cebo como peces tontos. Somos frágiles y lo saben. Vivimos más, picamos más, nos preocupamos más, necesitamos más. Ojalá un ministerio que nos hubiera advertido de la avalancha de ofertas de microcréditos en aquellos años previos al batacazo de 2008, cuando todos teníamos derecho a todo. La siguiente campaña debería centrarse en reeducarnos para que no demos plantón al médico. Para eso se necesita valor. No somos Francia.

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