La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Todos somos la madre de Jesús

Ninguna madre debe abrir la puerta del hogar para recoger el cuerpo muerto de su hijo como una Piedad del siglo XXI La receta de la lluvia en la bella Andalucía El futuro de Sevilla, una ciudad sin rumbo

María del Carmen Jiménez Cifuentes con una fotografía de su hijo Jesús.

María del Carmen Jiménez Cifuentes con una fotografía de su hijo Jesús. / José Luis Montero (Sevilla)

La sociedad censura acciones que la ley tolera. Repudiamos conductas que la Justicia no castiga. Rechazamos roles perniciosos (encubridores, colaboradores, testigos cobardes, gente que pasaba por un sitio y nunca ha visto nada...) que salen sorprendentemente gratis. Cada vez que alguien asevera que confía en la Justicia siempre pienso lo mismo: ¡Si no queda otra!. En demasiadas ocasiones tenemos claro que delinquir en España sale relativamente barato. Nadie se pudre en la cárcel, que es lo que tantas veces se desea para un asesino. Aunque también tenemos claro que para muchos ha sido un suplicio estar unos cuantos días en prisión. Eso debe marcar para toda la vida si se tiene un mínimo de vergüenza, aunque en este país la vergüenza cotiza a la baja y la desvergüenza es un valor añadido. Pronto comenzará el juicio por el asesinato de Jesús Rosado Jiménez, un joven de 18 años que fue salvajemente atacado en la puerta de su casa en Palomares del Río por una pandilla que lo había perseguido en la maldita noche de Halloween de 2022. Un caso que nos dejó conmocionados. Una madre coraje que nos ha ofrecido un testimonio desgarrador. Eran cinco pero solo se sientan dos en el banquillo como supuestos coautores del crimen. Los otros tres irán como testigos, luego, al menos, no tendrán ese derecho a mentir que tendrán reconocido. De los dos acusados, uno de ellos es menor.

¿Quién educa a esta clase de gentuza que sale por la noche con navajas en el bolsillo y un grado de agresividad semejante? Hay padres que se desentienden demasiado pronto, se declaran impotentes para asumir el reto de la educación, hacen la vista gorda en una sociedad que, además, orilla a cualquiera que pretenda ejercer la necesaria autoridad, que no se debe confundir interesadamente con el autoritarismo. Aquí algunos papás tienen mucha culpa aunque los psicólogos de pago les rebajen el grado de responsabilidad para que puedan respirar y, claro, el profesional pueda seguir cobrando las sesiones. Hay nenes aviesos que tendría que estar encerrados una larga temporada, pero en este país se perdona con facilidad al delincuente y se aparta a la víctima, se le impone la condena del silenciador. Por eso es tan importante oír a la madre de Jesús, darle voz, difundir su testimonio. María del Carmen Jiménez Cifuentes, la madre de un chico que volvía de pasear con su novia y se topó con unas alimañas que, já, dirán ahora que no eran conscientes del alcance su violencia. Ella lo recogió en sus brazos aquella noche como una Piedad de Miguel Ángel. En la misma puerta de su casa. Los hijos no deben morir antes que sus padres. Los hijos no pueden echarse a morir en la puerta de su casa. Una madre no puede abrir la puerta de su hogar y encontrarse a su hijo muerto. Si vemos todo esto normal estamos perdidos. Que los jueces sean valientes dentro de los límites del Derecho. Que la madre pueda vivir con dignidad honrando la memoria de Jesús y educando a sus otros dos hijos. Que nunca se sienta incómoda en su barrio, en su trabajo, en la sociedad.

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