En abierto

francisco José Ortega

En abierto: 'Saturno siempre está presente en el Betis de Bosch'

LA vida sigue. Esa frase de consuelo tan propia de situaciones desagradables le viene pintada a Pepe Mel, y también al Betis. Porque haber sido deseado por Ruiz de Lopera durante su etapa como dueño de la entidad o haber llegado de la mano de un hombre de tan dudosa reputación como Luis Oliver eran hándicaps previos de mucho peso a la hora de entrar en los corazones de los béticos, pero Pepe Mel fue ganando adeptos gracias a su discurso, sus sentimientos y su capacidad profesional, no se olvide esto último.

Pepe Mel no nació en San Bernardo, tampoco en el Arenal ni en la Macarena o en Triana, pero sí supo meterse en la epidermis el sentimiento verdiblanco, tal vez porque la hija nacida en Sevilla tuviera mucho que ver con esa pasión. Aunque esté claro que a un entrenador no se le paga la soldada por querer mucho al club que dirige, sí fue un elemento trascendente en la persona de un Mel que muchas veces, más de una y de dos, sin duda, defendió más al Betis que a sí mismo, sobre todo a la hora de conciliar los intereses futbolísticos de la plantilla con los económicos de la entidad.

Y por ahí se inició el principio del fin. A un entrenador sólo lo pueden sostener los resultados, pero quién puede afearle al madrileño la trayectoria del Betis desde que él se hiciera cargo en Segunda y poco antes de entrar en un concurso de acreedores, con lo que ello supone a la hora de fortalecer la plantilla. Ascenso, consolidación en Primera y clasificación para Europa... Es igualmente objetivo que ahora el Betis es el colista y ése siempre es un argumento de peso, pero de otras rachas peores consiguió salir con Mel al mando. Lo cierto es que la actual plantilla, sin ser la peor de todas de la Liga, sí deja mucho que desear y el gran error del técnico fue unirse a aquella exigencia utópica de Guillén de volver a pelear por Europa. Mel debió medir que en este Betis, el de Bosch, siempre se elige el camino del dios Saturno, aquel que devoraba a sus propios hijos.

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