Sevilla tiene un cabreo especial

Todo lema o sentencia pretendidamente definitoria ha de ponerse en remojo. No es para tanto

Hay eslóganes, divisas y lemas con letra sobredorada para todos los gustos y colores. Del “Sevilla tiene un color especial” se ha pasado al polémico “Están todo el día de fiesta y lo pasan de maravilla”. Elogio y vituperio. Haz y envés como todo en la vida.

De Pino Montano a la Casa Blanca, Los del Río pregonaron al mundo el color único del que goza Sevilla (mezcla de Kandinsky y Manolo Cuervo). Aun así, “Sevilla tiene un hedor especial”, que es la traducción en versión subtitulada que muchos hacemos cuando el hedor se adueña de la ciudad por culpa de los abonos que se echan en los sembradíos más cercanos. Ahora, gracias a El Gordo y la Flaca (programa amarillista de Univisión con gran audiencia latina), se ha universalizado la supuesta holganza sevillana. Han dicho en el programa que los sevillanos no trabajamos, sino que estamos de festolín diario y dejamos el castigo divino para los industriosos vascongados de Bilbao. Venidos a Sevilla para los Grammy Latinos, sus presentadores (el tal Raúl Molina y la tal Lili Estefan), han difundido el tópico de la molicie festiva del sur de España. En imágenes de internet, la Flaca Lili nos parece una Barbie de las de antes del empoderamiento y el Gordo Raúl un trumpista de Miami.

El pueblo aborigen está de uñas. Se pide que los presentadores de Univisión hagan penitencia con la cruz a cuestas como disciplinantes por la Sevilla romántica de los Montpensier. No es para tanto. Invito a tomarlo todo con calma y, si es posible, subrayando párrafos de las Meditaciones de Marco Aurelio. La armonía interior siempre aplaca la desarmonía que llega de fuera. Nada es del todo como se nos dice que es. ¿Sevilla tiene un color especial? Ni sí ni no. Es probable que lo tenga en días contados. Sobre todo en invierno, cuando el frío aclara los contornos desde las veletas a los bolardos y tras la lluvia el cielo muestra su pávido azul igual al de los mantolines y ropones de los apóstoles de El Greco. Pero poco más. El largo y tedioso estío que casi deglute ya la primavera y el otoño lo difumina todo y todo lo decolora.

Vivir la calle, tomarla con ordinariez en la forma, explica en parte el carácter de la raza local. Pero no estamos de jolgorio sin fin y se curra a veces como si la emprendiéramos con los doce trabajos de Hércules (yo prefiero acogerme al “soy un trabajador fatigable” del gran Manuel Alcántara). Todo lema o sentencia pretendidamente definitoria ha de ponerse en remojo, como ese ramillete de flores secas que forman la Muy Noble, muy Leal, muy Heroica, Invicta y Mariana ciudad de Sevilla. Lo dicho, no es para tanto.

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